
Leila Alice Denmark (Leila Alice Daughtry) (01
de febrero de 1898 – 01 de abril del 2012)
Cuando Leila Alice Daughtry Denmark,
salió de su oficina por última vez en la primavera de 2001, su retiro de la
práctica de la Pediatría marcó el fin de más de siete décadas como médica en
ejercicio. En el momento de su jubilación, a la edad de 103 años, se pensaba
que era el profesional médico más anciano en los Estados Unidos, una persona
que había visto la medicina desde los días anteriores a las vacunas hasta la
tecnología médica avanzada del siglo 21.
A través de los años muchas cosas cambiaron, pero la Doctora Denmark, en muchos
sentidos, no lo hizo. Su objetivo en la vida y en su práctica era dar a cada
niño una oportunidad y, para miles de niños, eso fue lo que hizo con su énfasis
en la buena crianza de los hijos, la buena nutrición y el sentido común. Su
última oficina -una casa de campo del siglo 19- estuvo en marcado contraste con
los consultorios médicos “modernos” con su gran cantidad de equipos de
diagnóstico. Sus instrumentos médicos eran pocos y sencillos: un estetoscopio,
otoscopio, tensiómetro, productos químicos para análisis de orina y para medir
la hemoglobina y, sobre todo, una mente inquisitiva, la paciencia para escuchar
a padres e hijos y la aguda observación de cada niño que entró en su despacho.
A través de los años, la Doctora Denmark fue destinataria de numerosos premios
y varios títulos honoríficos. Uno de los más prestigiosos fue el Premio Fisher,
a mediados de los años treinta del siglo pasado, por su labor de investigación
en el desarrollo de una vacuna contra la tosferina, la temida pertussis, que
costó la vida de muchos niños. Fue nombrada Mujer de Atlanta del Año en 1953 y,
durante los siguientes cuatro décadas, recibió numerosos reconocimientos. A
finales de 1950 la doctora Denmark comenzó a escribir sus ideas sobre el
cuidado y la crianza de los hijos y todo eso se convirtió en un libro, publicado
por primera vez en 1971 y, posteriormente, actualizado a principios de 1980, en
donde pedía que todos los niños debían tener una oportunidad. Editado
privadamente, ahora en su decimoquinta impresión, ha vendido miles de copias.
La Doctora Denmark siempre sentía, sin embargo, que la mejor recompensa que
jamás recibió venía de los niños -a veces descuidados y desnutridos que
evolucionaban hacia sanos y felices- cuando los padres entendían realmente lo
que necesitaban hacer para llevar a cabo dichos cambios. Cuando la Doctora
Denmark llegó al final de sus ochenta años, a principios de los años noventa
del siglo pasado, era buscada cada vez más por la televisión y los medios impresos,
pero nunca buscó la publicidad ni las entrevistas. En contraste, sin embargo,
nunca dudó en hablar de cualquier manera con el padre de un niño que necesitase
ayuda.
