Quien cree saber mucho...
Vicente Albornoz Guarderas
Diario EL COMERCIO, domingo 06/febrero/2011
Érase un gobierno de iluminados. Tan iluminados que creían saber todo, conocer todo y entender todo. Pero resultó que no eran tan brillantes. Hasta sin luz se quedaron por un tiempo.
Resulta que eran bastante desubicados, aunque tenían buenas ideas. Es más, si se hubieran quedado en el mundo de las “lluvias de ideas”, les hubiera ido bien. Pero cometieron el error de ir al mundo real, en el que las buenas ideas no escasean. Lo que escasea es quien las ejecute. Ideólogos, idealistas e ideologizados sobran. Faltan ejecutivos y ejecutores.
Y tuvieron la excelente idea de desaparecer todos los costos por atención médica. Gran idea, solidaria, pero muy compleja de llevar a cabo.
Llevada al mundo real esa gran idea tiene serios problemas de implementación. El primero es que existe una cosa abstracta, pero muy real, que se llama ‘demanda’ y cuando el precio de algo baja, la demanda crece. Si el precio baja a cero, la demanda puede crecer mucho. Esa relación entre precio y demanda (algo que se estudia en una materia conocida como ‘Introducción básica de economía para no economistas’) se les escapó a estos iluminados y la demanda se disparó, los hospitales se llenaron, las colas crecieron, los tiempos de espera se agigantaron y los recursos se volvieron muy escasos.
Claro que si hubieran previsto este disparo en la demanda, muchas cosas se podrían haber hecho. Por ejemplo implementar sistemas de referenciación entre subcentros y centros de salud, hospitales pequeños y hospitales grandes. En este momento, dada la avalancha de pacientes, es complejo priorizar la atención que se da en un gran hospital a quien tiene un simple dolor de cabeza o a quien sufre de un tumor maligno, cuando lo lógico sería que el primer paciente reciba una aspirina en el subcentro de salud y que el segundo paciente tenga una atención urgente en el gran hospital.
Y, si las cosas se hubieran hecho bien, el gran hospital no debería estar sobrecargado, porque el subcentro filtró los casos sencillos. Y el centro de salud los casos intermedios y el hospital pequeño los casos algo más complejos.
Los ya mencionados iluminados creyeron que podían, desde la cómoda elegancia de sus renovadas oficinas, planificar la economía de todo un país. E hicieron presupuestos, planes, causais, sumags... y vivieron bien. Pero en un Presupuesto General del Estado aprobado en noviembre ‘se les pasó’ que en enero les iba a faltar un montón de plata para cubrir la creciente demanda que ellos mismos desataron en el sector de salud. La ‘iluminación’ no les alcanzó para predecir una grave crisis dos meses más tarde.
Y cuando quisieron subir impuestos para paliar la emergencia, les dijeron que no, porque no se sube impuestos en época de consultas populares.
Vicente Albornoz Guarderas
Diario EL COMERCIO, domingo 06/febrero/2011
Érase un gobierno de iluminados. Tan iluminados que creían saber todo, conocer todo y entender todo. Pero resultó que no eran tan brillantes. Hasta sin luz se quedaron por un tiempo.
Resulta que eran bastante desubicados, aunque tenían buenas ideas. Es más, si se hubieran quedado en el mundo de las “lluvias de ideas”, les hubiera ido bien. Pero cometieron el error de ir al mundo real, en el que las buenas ideas no escasean. Lo que escasea es quien las ejecute. Ideólogos, idealistas e ideologizados sobran. Faltan ejecutivos y ejecutores.
Y tuvieron la excelente idea de desaparecer todos los costos por atención médica. Gran idea, solidaria, pero muy compleja de llevar a cabo.
Llevada al mundo real esa gran idea tiene serios problemas de implementación. El primero es que existe una cosa abstracta, pero muy real, que se llama ‘demanda’ y cuando el precio de algo baja, la demanda crece. Si el precio baja a cero, la demanda puede crecer mucho. Esa relación entre precio y demanda (algo que se estudia en una materia conocida como ‘Introducción básica de economía para no economistas’) se les escapó a estos iluminados y la demanda se disparó, los hospitales se llenaron, las colas crecieron, los tiempos de espera se agigantaron y los recursos se volvieron muy escasos.
Claro que si hubieran previsto este disparo en la demanda, muchas cosas se podrían haber hecho. Por ejemplo implementar sistemas de referenciación entre subcentros y centros de salud, hospitales pequeños y hospitales grandes. En este momento, dada la avalancha de pacientes, es complejo priorizar la atención que se da en un gran hospital a quien tiene un simple dolor de cabeza o a quien sufre de un tumor maligno, cuando lo lógico sería que el primer paciente reciba una aspirina en el subcentro de salud y que el segundo paciente tenga una atención urgente en el gran hospital.
Y, si las cosas se hubieran hecho bien, el gran hospital no debería estar sobrecargado, porque el subcentro filtró los casos sencillos. Y el centro de salud los casos intermedios y el hospital pequeño los casos algo más complejos.
Los ya mencionados iluminados creyeron que podían, desde la cómoda elegancia de sus renovadas oficinas, planificar la economía de todo un país. E hicieron presupuestos, planes, causais, sumags... y vivieron bien. Pero en un Presupuesto General del Estado aprobado en noviembre ‘se les pasó’ que en enero les iba a faltar un montón de plata para cubrir la creciente demanda que ellos mismos desataron en el sector de salud. La ‘iluminación’ no les alcanzó para predecir una grave crisis dos meses más tarde.
Y cuando quisieron subir impuestos para paliar la emergencia, les dijeron que no, porque no se sube impuestos en época de consultas populares.
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