El viaje a través del tiempo
Por Gary Marcus
Por Gary Marcus
¿Por qué la evolución ha permitido que las drogas sean divertidas?
Cuando estaba en la universidad, un amigo un poco mayor, muy listo y admirado por todos, murió por una sobredosis de óxido nitroso, una droga que recientemente apareció en las noticias cuando se supuso que había tenido algo que ver con la hospi-talización de Demi Moore. Desde un punto de vista evolucionarlo, el abuso de las drogas es desconcertante: ¿por qué la gente halla placer en matar sus propias células cerebrales? ¿Por qué el cerebro no está predeterminado para rechazar cualquier acción que activamente le causa daño?
En un mundo perfecto, la naturaleza ya nos hubiera programado para evitar emociones fuertes y autodestructivas al corto plazo, y seríamos actores perfectamente racionales que nunca asumirían riesgos innecesarios. Las actividades peligrosas, como el abuso de las drogas y el manejar de forma temeraria, enfatizan una brecha importante entre lo que en el papel podría parecer óptimo para la evolución y la realidad biológica.
El secreto sucio es que la evolución, de hecho, no es perfecta. Solo es un proceso azaroso. Con el tiempo generalmente produce buenos resultados, pero no hay garantía, porque no hay un diseñador inteligente que vigile el espectáculo. Más bien, la evolución a veces da con soluciones más bien torpes -lo que los ingenieros llaman kluges o "solución de parche"- que cumplen con la tarea. Por ejemplo, piense en la espina dorsal humana, una sola columna que soporta mucho de nuestro peso corporal. Si tuviéramos tres columnas dispuestas de forma similar a un trípode, sufriríamos mucho menos dolor de espalda. Pero la evolución simplemente nunca dio con esa solución. Los nuevos sistemas evolucionan por encima de sistemas más viejos, incluso cuando empezar de cero podría tener mayor sentido objetivamente hablando.
Las adicciones a las emociones fuertes, las drogas y el alcohol son el resultado de un acuerdo imperfecto entre algo muy viejo (que se remonta a cientos de millones de años, mucho antes de que los humanos existiesen) y algo nuevo (que se remonta a no más de unos cuantos cientos de miles de años, un parpadeo en la evolución).
Lo viejo es nuestro sistema reflexivo. En la mayor parte de la prehistoria humana, el pensamiento a corto plazo era prácticamente la única cosa que importaba: ¿predador o presa?, ¿pelear o huir? Los primeros homínidos que tomaban decisiones como esas al momento sobrevivían de hecho; los que no lo hicieron, perecieron.
Mucho más nuevo es un sistema diferente, uno que delibera y reflexiona. El problema es que el sistema reflexivo, por ser más viejo, tiende a dominar. Si vemos un pastel de chocolate, lo comemos, sin importar lo que pudimos haber dicho en Año Nuevo sobre hacer dieta.
La paradoja del abuso de las drogas y el alcohol es que los adictos saben que sus vidas empeorarán a la larga. Pero en la inmediatez del momento, nuestro sistema reflexivo -precisamente porque es mucho más viejo- todavía tiene el volante en sus manos. Tal vez en los milenios por venir nuestro sistema deliberativo se integre mejor con nuestro sistema reflexivo. Hasta entonces, equilibrar el placer a corto plazo con lo que tiene mayor sentido a la larga seguirá siendo, para todos nosotros, una lucha constante.
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