miércoles, 26 de diciembre de 2012

Los niños del volcán... Diario EL COMERCIO, Miércoles 26 de diciembre del 2012

 
La niña Angie Heredia cruza las quebradas abiertas en la vía a Penipe para ir a la escuela. 
Foto de Raúl Díaz para EL COMERCIO 


Por Fabián Maisanche. Redactor

Los uniformes de color azul de 25 escolares lucen impecables mientras caminan por las laderas de la ‘Mama’ Tungurahua. Los zapatos lustrados se resbalan y eventualmente se golpean contra pequeñas piedras volcánicas dispersas por los caminos de la parroquia Bilbao del cantón Penipe, en Chimborazo (Ecuador).

La reciente reactivación del coloso, el pasado 14 de diciembre, les inquieta, pero confiados avanzan lentamente con sus mochilas colgadas en la espalda. Ellos pertenecen a la Escuela Zamora, situada a cinco minutos de la cabecera parroquial. A las 07:00, arriban desde los reasentamientos La Paz en el cantón Pelileo y de Penipe, en Chimborazo. 

Ambos albergues permanentes fueron construidos en el 2008 para cobijar a 590 familias de agricultores de las comunas Chacauco, Bilbao, Cusúa, Puela, Manzano y otras. Todas con el mismo infortunio: las reactivaciones periódicas del Tungurahua, en erupción desde 1999. 

Los chicos llegan dentro de dos camiones de la Brigada Blindada Galápagos y de la Policía. Los vehículos se paran en el centro del pueblo y desde allí los infantes deben caminar hacia su escuela. 

Para llegar a las cuatro aulas, con paredes amarillas, deben ascender y descender por sinuosos chaquiñanes de las quebradas Bilbao y Pirámide, ubicadas en el límite provincial entre Tungurahua y Chimborazo. 

Entre ellas están las niñas Heidi y Angie Heredia, que durmieron la noche del jueves pasado en el cantón Penipe con sus padres. A las 07:10 caminan juntas y solo se detienen para observar la cumbre del coloso cuando escuchan las explosiones. Pero la densa neblina esconde la ceniza y los flujos piroclásticos. Heidi, de 9 años, comenta que los militares los recogen en la mañana en los reasentamientos y los devuelven a las 18:00. 

Angie, de 7 años, no se detiene y acelera el paso. Un fuerte estruendo hace vibrar el suelo y ocurren pequeños deslaves. Todas las familias que ahora residen en los reasentamientos conservan sus chacras en los poblados declarados en alerta naranja el domingo 16 de este mes por la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos (SNGR). 

En la chacra de sus padres tienen cuatro conejos, patos, gallinas y una vaca. Además, sembradíos de maíz y de papas. 

Los profesores Flavio Pérez y Ruth Tamayo, oriundos del cantón Baños de Agua Santa en Tungurahua, los aguardan dentro de una camioneta de color rojo. 

Pérez, de 55 años, comenta que el pasado martes tuvieron que aplicar el plan de evacuación porque ese día hubo continuos flujos piroclásticos que rodaron tres kilómetros desde el cráter. Por eso, ambos maestros y los alumnos se movilizaron desde la escuela hacia la comunidad Chacauco. 

Este docente, de cabellera cana y contextura gruesa, dice conocer cuando las señales del coloso le indicarán que debe evacuar la escuela. “Son 13 años que continúo con mi vocación. Le tengo respeto a la naturaleza y sabré la hora para salir de aquí”. 

Mientras los niños de los tres primeros años de educación básica barren y limpian el pizarrón. Otros arruman las bancas, las mesas de madera y de metal en una esquina. El polvo volcánico se levanta, pero los chicos no tienen protección. “Los padres no los envían con la mascarilla”. 

Otras actividades 

En la chacra de la escuela los alumnos sembraron coles, lechugas y Los niños las cuidan y las riegan, pues les sirven para lacebollas.  colación de 10:00 a 11:00. Sin embargo, la ceniza que cayó el viernes anterior causó daños en el cultivo. 

A las 07:30 los niños se forman en el patio de tierra antes de ingresar En los últimos días, los ‘cañonazos’ del volcána las aulas.  Tungurahua los han acompañado en sus labores estudiantiles cotidianas. 

Ruth Tamayo, de 25 años, es profesora a contrato y lleva dos meses en  “El 14 de diciembre salí corriendo porque parecía que el volcánBilbao. explotaba. Los niños se quedaron quietos y me observaron extrañados”, dice sonriendo.

 

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