Diario EL
COMERCIO, Redacción Sociedad 14:31 Domingo 26/01/2014
“¡Café,
chocolate, bola de verde!”, se escucha al cruzar la puerta negra de ingreso del
Hospital Público Eugenio Espejo. Hoy (26 de enero de 2014), el área de consulta
externa está cerrada, pero emergencias y hospitalización recibe continuamente
pacientes de gravedad.
Las 12 filas de sillas azul eléctrico, con cuatro
puestos cada una, se llenan dependiendo de la cantidad de pacientes. Esta
mañana, alrededor de 36 personas esperaban la hora de visita (11:00), para
ingresar durante 60 minutos a visitar a sus familiares.
Fundas amarillas,
negras, transparentes, grandes llenas de ropa o pequeñas con porciones de arroz
saltan a la vista. Están sobre los asientos o en el piso. Junto a cobijas y
mantas, que abrigan a sus dueños, o que se encuentran dobladas. A las 09:20,
una persona de chaqueta negra todavía duerme.
Tres filas delante de él está
sentada Amelia Torres de 36 años. Después de despedirse de su esposo que tenía
que viajar a Ibarra, una lágrima cae en su mejilla derecha. Su hijo de 17 años
está crítico. El miércoles, 22 de enero, en la noche ingresó al Hospital tras
ser derivado de la casa de salud de esa ciudad.
El joven tiene tres fracturas
en el cráneo. El miércoles, en su tercer día de trabajo en una obra como
albañil, se cayó de un andamio desde 17 metros de altura. Así cuenta Torres,
quien desde ese día está en la capital. Dice que daría su vida por su hijo.
Sus
dedos entrelazados se mueven nerviosamente, juegan con un hilo. “Me siento
súper mal. Es lo más que terrible que puede pasarle a un padre”. Ella ha
dormido ahí los cuatro días, a veces sentada, a veces acostada.
Durante ese
tiempo, cuenta que los médicos le han atendido bien a su hijo. No tiene quejas.
Entre 2006 y 2010, el Eugenio Espejo trató más de 123.000 emergencias en las
diferentes áreas. Solamente los ingresos de pacientes en la sala de emergencia
fueron de 12.724 en el mismo período.
En todo el hospital trabajan 373 médicos,
en 2010 el total era de 278, de los cuales 31 trabajaban en el área de
emergencia.
El viernes (24 de enero) pasado, un grupo de más de 100 galenos se
reunió en asamblea extraordinaria. Los galenos decidieron renunciar
masivamente. Al final del día se habían recogido 117 cartas firmadas que serán
entregadas esta semana, dijo el representante de los médicos, Víctor Álvarez.
También quedaron de acuerdo en no suspender el servicio en ningún momento.
Sandra Cóndor lo ha podido verificar. Su esposo Luis de 30 años está ingresado
desde el miércoles en la tarde. Fue derivado del subcentro de salud del Seguro
Social en la avenida El Inca, en Quito. Tiene afectado el cráneo después de
caerse del segundo piso de la construcción donde trabajaba. También tiene la
clavícula rota, cuenta ella. Todo el tiempo le han practicado exámenes y ella
ha conocido a los profesionales de los diferentes turnos.
Hasta ayer (25 de
enero) le bajó la hinchazón del cuerpo de Luis en un 10%, así le dijeron los
médicos. “Trato de mantenerme tranquila”. Cada vez que ingresa para ver a su
esposo se mantiene fuerte y le da ánimo. Cuenta que ayer por primera vez movió
su brazo. “Todo el tiempo tiene que estar sedado, caso contrario su cerebro
puede salir afectado”.
Estos días son decisivos para las dos familias. Tienen
que estar a la espera de conocer si los pacientes salen del estado crítico y
comienzan la rehabilitación. No saben cuánto tiempo puede transcurrir.
Al igual
que ellos, los médicos también tienen una semana crucial. Desde mañana deben
definir si concretan las renuncias anunciadas, en el caso del Eugenio Espejo,
como en la Maternidad Isidro Ayora. También, si aplican la paralización del
servicio en consulta externa durante un día en los hospitales Solca y
Metropolitano.
El presidente Rafael Correa dijo que los galenos pueden
renunciar, porque desde el Gobierno ya tienen un plan para contratar profesionales
del exterior. Todo dependerá de la decisión de los doctores.
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