Grace Jaramillo
Escuché que
el Plan Familia, así como está redactado, es apenas un borrador y están
abiertos los aportes ciudadanos. Aquí va el mío: qué tal un plan que
despenalice totalmente el aborto, incluidas clínicas especializadas con
servicios médicos y psicológicos incluidos, tal como existe en Francia,
Bélgica, España, Uruguay y otros países que tienen las tasas de embarazo
adolescente más bajas del planeta. Esto además de educación científica
permanente en escuelas y colegios y libre venta de la pastilla del día después
sin receta médica. Aprobarlo no debería ser un problema para un Gobierno que dice
defender a las más pobres.
El Cedaw es
muy claro al respecto. Es la opción más efectiva, ética y contemporánea para
detener la alta tasa de mortalidad materna por abortos mal practicados y, de
paso, un camino humanitario y solidario para aquellas mujeres que deciden no
tener un hijo fruto de una violación, incesto, maltrato o serias dificultades
económicas, psicológicas o médicas.
Hasta la red
internacional de católicos pro-elección considera que el aborto es la decisión
más ética en términos personales, familiares y sociales. Personales, porque es
una decisión donde la persona sopesa sus reales posibilidades de mantener,
educar y sostener a otra vida, tanto espiritual como materialmente.
Familiares,
porque responde a la necesidad de estabilizar la vida afectiva, tanto en la
pareja como en la familia extendida. Y sociales, porque los niños se merecen
venir al mundo cuando van a ser queridos, no víctimas de maltratos o abandono,
eso sin contar los problemas sociales derivados de ello. Después de todo, los
principios y los valores son una construcción social que depende de las
necesidades de las mayorías y del respeto a sus minorías, no del parecer del
macho alfa dominante dentro las mismas.
Francia
despenalizó el aborto en 1975, durante la presidencia del conservador Valéry
Giscard d’Estaing, porque su ministra de Salud, Simone Veil, decidió escuchar a
la sociedad y realizar los cambios contra viento y marea.
En pleno
siglo XXI, en Ecuador nuestra vida no nos pertenece. No podemos ser obligadas a
ser solo entes reproductores con obligaciones y castigos, pero ningún derecho.
La Asociación Americana de Siquiatría determinó ya en 1970 que el trauma de un
embarazo no deseado tiene efectos más perversos y duraderos que un aborto, pero
aquí ni llega el debate. ¿Se han preguntado por qué tantas mujeres están
dispuestas a violar la ley, enfrentar el escarnio o perderlo todo por abortar?
La respuesta solo la tiene quien ha pasado por ese trance o lo va a pasar y ni
usted ni yo tenemos el derecho de tirar la primera piedra.
En cuanto al
Estado, lo único que debería hacer es ayudar a estas mujeres a no arriesgar sus
vidas en el intento, no a dar lecciones de moral no solicitadas a ellas y a sus
padres, que dicho sea de paso, nunca funcionan. ¿Es demasiado pedir?
REFERENCIA: http://www.un.org/womenwatch/daw/cedaw/
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