Alejandro Escario, un joven Ingeniero
Informático y de Telecomunicaciones de la Universidad CEU San Pablo de Madrid
de 25 años, ha diseñado esta incubadora pensando en los países en vías de
desarrollo. El dispositivo es fácil de montar, utilizar y reparar ya que está
diseñado con una estructura de madera y pocas piezas de plástico, además de
incorporar una parte electrónica. Tiene tres características principales:
capacidad para controlar la humedad, para programar la temperatura y para
inclinar la cama del niño. El objetivo es crear un producto fácilmente reparable
allí, ya que todos los componentes pueden fabricarse en los países de destino.
Escario ha recibido el premio al mejor proyecto médico en el Global FAB Adwards
2015, organizado por el Center for Bits and Atoms del Instituto Tecnológico de
Massachusetts (MIT).
La incubadora modular tiene un
precio que ronda los 300 euros, frente a los más de 6.000 (o hasta 60.000) que
pueden tener estos dispositivos en los países occidentales. Por eso, Escario
aclara que su diseño no pretende sustituir a las incubadoras de las UCIS
neonatales occidentales, pero sí será de gran utilidad en entornos de bajos recursos,
como el propio Benin.
"Inicialmente íbamos a
probar el prototipo en Sierra Leona, pero la epidemia de ébola nos hizo cambiar
los planes", admite el joven. Finalmente, y en apenas 15 días, la incubadora
viajará por primera vez a África de la mano de la Fundación Alaine, embalada en
su pequeña caja con sus instrucciones de montaje. Allí, será el personal de la
maternidad de Nikki el encargado de montarla y probarla durante varios meses
para transmitir su feedback al equipo
de Escario, que espera poder ir mejorando el modelo en futuros prototipos.
De momento, subraya, lo
importante es que los planos de la incubadora sean fácilmente reproducibles (y
reparables) en cualquier lugar del mundo, incluso por los carpinteros locales
de Benin. "Por eso optamos por la madera, porque allí es un material
abundante y barato, lo que podría reducir incluso los costes de
producción". Esa idea obligó a prescindir del metacrilato y de los
tornillos, para que la incubadora pueda montarse fácilmente.
De hecho, Escario desarrolló su
idea desde cero en Madrid, comprando él mismo las planchas de madera en una
carpintería y cortándolas en el FabLab del CEU, un centro integrado en la red
mundial de laboratorios del Center for Bits del MIT. Los planos del diseño
están disponibles en forma abierta en la web de esta red, para que cualquier
laboratorio asociado (incluidos los 22 que hay en los alrededores de Benin)
puedan reproducir de manera sencilla la incubadora.
Sus principales características
son, por ahora, la robustez y simplicidad aunque Escario espera que su carácter
modular le permita ir mejorando el modelo en el futuro, añadiendo nuevas
prestaciones. "Por ahora, y después de consultar con varios pediatras y
voluntarios de la fundación, el prototipo es capaz de regular la humedad, la
prestación y la inclinación de las patas, para que la cabeza y los pies del
niño puedan estar a distinta altura en función de las patologías",
explica. Quizás en el futuro se puedan añadir baterías, para solventar la falta
de corriente en zonas de pocos recursos, lámparas para la ictericia, control
cardiaco, suministro de fármacos...
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