Forecariah, Guinea. Hay pocas historias
felices en medio del último brote de ébola que afectó África y al mundo. Sin
embargo, la sonrisa de la señora Soumah, en mayo, cuando corrió para abrazar a
su hijo Mohammed trajo lágrimas de felicidad a los ojos de los experimentados trabajadores
de la salud que tan duro han laborado para que esta pequeña familia permanezca unida.
Muchos
de esos trabajadores han permanecido sin sus propias familias durante el brote
y podían compartir fácilmente su alegría y alivio.
El ébola es una enfermedad
indiferente. Compromete
la mayor parte de la atención básica de salud. Cuando
la señora Soumah cayó enferma, fue separada de su hijo de 13 meses, Mohammed. Durante su tratamiento,
lo único en que podía pensar era en su familia. "Yo
tenía la fotografía de mi hijo y sólo podía esperar para cuando lo volvería a
ver." En Guinea muchos padres no volvieron a casa.
Una fuente de consuelo para la
señora Soumah fue el conocimiento de que su hijo estaba siendo cuidado por una cariñosa
familia que vivía cerca. La
señora Touré, una sobreviviente del ébola, es una de las muchas heroínas de
Guinea y una de las pocas que se han dedicado a cuidar de los niños cuyos
padres estaban en tratamiento. "Cuando
yo estaba enferma, no había nadie para cuidar de mis hijos; así
que estoy feliz de haber sido capaz de ayudar a otras madres como yo".
UNICEF trabajó junto con sus
socios locales para encontrar hogares de acogida temporal para los niños cuyos
padres estaban luchando contra el ébola en los centros de tratamiento. Fue
todo un reto, ya que, en muchos casos, los niños eran también contactos del virus.
Como
en tantos otros aspectos de esta lucha, los supervivientes del ébola fueron la
clave. Eran inmunes y
podían cuidar a los niños de manera segura. Por supuesto,
se toman todas las precauciones.
La señora Touré tuvo a Mohammed
bajo su cuidado durante casi dos semanas. "Fue difícil despedirse de él.
Él es ahora un miembro de
nuestra familia. Pero
vamos a seguir en contacto".
La señora Soumah, todavía
abrazando a su hijo, estaba tan agradecida. "Quiero
agradecer a todos los que cuidaron a mi hijo y lo hicieron feliz."
Meses después de este feliz
reencuentro, la señora Touré todavía trabaja todos los días con la asociación de
supervivientes de Forecariah que ella ayudó a crear.
Ella recordaba que, cuando salió
del centro de tratamiento, después de sobrevivir, sus vecinos no querían ni
siquiera mirarla, tal vez por temor a que pudieran contraer la enfermedad con
sólo verla. "Ellos
se cerraban los ojos cuando pasaba por la calle. Tenían tanto miedo". Pero
ahora, gracias a sus esfuerzos y los esfuerzos de otros sobrevivientes, el
estigma se ha disipado.
Tras el brote de ébola, la señora
Touré continuará su trabajo para educar a la comunidad sobre otras enfermedades
y sigue manteniendo contacto con la señora Soumah y con su familia.
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