La silenciosa batalla contra la muerte materna en América Central
Por Emma Iriarte
Morir dando a luz. Esa es la
condena silenciosa a la que están sentenciadas anualmente miles de mujeres
pobres en América Central. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el
pasado año fallecieron 977 mujeres durante el parto en Belice, Costa Rica, El
Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá y la región mexicana de
Chiapas. Al menos la mitad de estas madres, deberían de estar hoy vivas, junto
a sus hijos y su familia.
La mayoría de esas muertes eran
evitables. Sin embargo, la falta de acceso a servicios sanitarios que sufre el
20% de las mujeres más pobres de Mesoamérica las condena a tener el doble de
posibilidades de morir durante el parto que el resto de mujeres de sus mismos
países. El reto es mayúsculo, pero también lo es el espacio que hay para el
optimismo y la acción. Desde el año 2011, la muerte materna se ha reducido un
10% en la región.
Hace ahora cinco años, los siete
países de la región de América Central, junto con el estado de Chiapas en México,
se conjuraron para disminuir la muerte materna y neonatal y mejorar el acceso a
la atención de salud con calidad del 20% más pobre de sus países. Así nació la
Iniciativa Salud Mesoamérica, que cuenta con el apoyo de la Fundación Bill
& Melinda Gates, el Instituto Carlos Slim de la Salud y la Agencia Española
de Cooperación; y con el manejo y el apoyo técnico del Banco Interamericano de
Desarrollo (BID).
El primer paso en la lucha contra
la “epidemia” de mortalidad materna y neonatal entre las mujeres más pobres de
América Central fue documentar la magnitud y causas del problema. Los datos no
engañaban y relevaban las grandes brechas de equidad en el acceso a la salud,
especialmente de mujeres y recién nacidos.
En el año 2010, tan solo 48 de
cada 100 mujeres pobres recibían atención médica durante el embarazo, comparado
con 99 de cada 100 en el 20% más rico de la población y 77 de cada 100 mujeres
en la población promedio. Apenas 50 de cada 100 mujeres pobres eran atendidas por
personal calificado durante el parto, comparado con 92 de cada 100 en el 20%
más rico y 67 de cada 100 en la población promedio.
La solución no pasaba por
realizar grandes inversiones, ni construir costosas infraestructuras. Los
gobiernos de la región se comprometieron a cumplir una serie de indicadores de
estado de salud que les obligaban a mejorar sus procesos y la eficiencia y
calidad de sus sistemas sanitarios. Era el comienzo de una revolución
silenciosa, con tintes de movimiento social, que involucraba a ministerios de
salud, médicos, enfermeras, parteras, voluntarios y líderes comunitarios.
Cinco años después, las historias
de éxito se multiplican a lo largo de toda la región. En enero de 2015, Ana
Gómez sufrió una complicación durante su parto; vivía en una aldea de Chiapas,
a tres horas en coche del centro hospitalario más cercano. Estaba condenada a
morir, tanto ella como su bebé. Sin embargo, una radio instalada en el
dispensario médico de su aldea permitió avisar de urgencia al centro
hospitalario. Cuando Ana llegó al Hospital, todo estaba ya listo para atender
la urgencia. Una pequeña radio y un protocolo de emergencia bien coordinado y
ejecutado permitieron salvar la vida de Ana y de su bebé.
Elizabeth Peralta vive en la
montañosa región central de Nicaragua, a varias horas de camino en coche de la
principal ciudad. En el año 2014, Elizabeth inició su trabajo de parto de
manera inesperada en su hogar. Apenas hubo tiempo para trasladarla al hospital.
Dos años más tarde, Elizabeth está a punto de dar a luz a su tercer hijo. Dos
semanas antes del término de su embarazo ha decidido trasladarse a la Casa
Materna que el Gobierno de Nicaragua ha construido junto al Hospital de
Pantasma donde será atendida y monitorizada mientras llega su momento de dar a
luz. Un sistema de vales le cubre de manera gratuita el transporte, la estancia
y la comida.
Ingrid Violeta Flamenco es la
directora del Centro Médico de Tacuba, una montañosa y pobre región al oeste de
El Salvador. Atiende a una población de 31.000 ciudadanos, que hasta el año
2011 se habían acostumbrado a convivir con la tragedia de la muerte materna.
“Hasta el año 2010 fallecían en nuestra comunidad entre 15 y 20 mujeres anuales
dando a luz. Desde el año 2011 solo hemos tenido una muerte materna”, reconoce
la médica de Tacuba, que señala que la principal causa de este descenso se ha
logrado especialmente porque más mujeres acuden a un hospital para la atención
calificada del parto, en lugar de tener sus bebes en casa. “Hemos pasado en
cinco años de un parto institucional de un 40% a una tasa superior al 90%”,
explica la doctora Flamenco, quien asegura que este cambio de comportamiento ha
salvado decenas de vidas en su comunidad.
Un pequeño equipo de radio en un dispensario médico, la construcción de una modesta casa materna, unos vales de ayuda para el transporte y el alojamiento, unos nuevos protocolos de atención de urgencias obstétricas, una red local de voluntarios que asesoran a las mujeres en asuntos de parto y de planificaciónfamilia; 'estos aparentemente pequeños cambios en los sistemas de salud son los que salvan la vida de cientos de madres y bebés al año. Los países de América Central han econtrado la fórmula para hacer frente al peor, más desconocido y más injusto de sus retos sanitarios'.
No hay comentarios:
Publicar un comentario