Varias madres y sus bebés comparten una cama en la concurrida
sala de maternidad del Hospital José Fabella de Manila en Filipinas. Los filipinos
se refieren comúnmente a este sitio como la "fábrica de bebés."
Los niños, algunos envueltos en mantas, se encuentran en
medio. Las jóvenes madres traen puestos trajes de hospital, blancos y delgados,
que se enrollan en los costados.
En un solo día, 77 bebés pueden haber nacido. Madres y recién
nacidos llegan cada media hora más o menos.
Dentro de esta sala, nadie puede conciliar un sueño
tranquilo. "Elegimos venir aquí porque es más barato", dice una
madre, Jaisel Anne Osmena, de 20 años.
La mayoría de las mujeres que dan a luz en el Fabella vienen
de comunidades pobres de los alrededores de Manila. Aquí, sólo tienen que pagar
lo que pueden pagar.
"Compartir una cama está bien, pero estar todos juntos…",
dice Osmena, "…es difícil porque ¿y si la persona que está a tu lado está
enferma? ¿Y si pasan esa enfermedad a tí o a tu bebé?"
De pronto se escucha una conmoción: uno de los bebés se ha
caído de la cama, las enfermeras dicen que todo está bien, al menos esta vez.
"Estamos todos abarrotados en las camas, como si fuéramos
sardinas en una lata, fuertemente embaladas", dice Carina Dagdagan. Tiene
19 años y acaba de dar a luz a su segundo hijo. Su esposo es peluquero y gana
alrededor de $ 10 por semana.
Las madres se sientan en los bancos en la parte delantera de
la sala para amamantar y calmar a sus recién nacidos.
El Hospital Fabella es el punto cero de la crisis de la
superpoblación de Filipinas. Las familias con ingresos más bajos de la nación
tienen poco o ningún acceso al control de la natalidad, ya que no está
disponible de forma gratuita. Esta falta de control subvencionado por el
gobierno ha mantenido alta la tasa de fertilidad del país.
La ex congresista Risa Hontiveros dice que la gran pregunta
es: "Si solo tuvieses el salario mínimo, ¿lo gastarías en un paquete
de píldoras, un paquete de condones o comprarías un kilo de arroz?" "Por
supuesto, el arroz", contesta. "Así que, ¿cómo podemos hacer que las
mujeres y parejas pobres hagan esa elección?", Continúa Hontiveros,
coautora del Proyecto de Ley de Salud Reproductiva de Filipinas, diseñado para
liberar la anticoncepción en las instalaciones de salud pública.
En esta nación predominantemente católica, el proyecto de ley
se enfrentó a una extrema oposición durante años. Pero, en 2014, después de más de una
década de acalorados debates, Filipinas aprobó la ley.
Una vez que la nueva ley se aplique plenamente, cualquiera
podrá entrar en una clínica de salud pública y acceder a la planificación
familiar, dice el doctor Eric Tayag, director del Departamento de Salud de
Filipinas. "El papel del gobierno es asegurarse que estos servicios estén
disponibles para todas las mujeres filipinas en todas partes, sin ninguna
barrera", dice. "Queremos que las mujeres sean más saludables, porque
si dan a luz cada año, su salud se resiente".
El número de mujeres filipinas que mueren durante el embarazo
es tan alto que el país no alcanzó el Objetivo de Desarrollo del Milenio de
las Naciones Unidas para reducir la mortalidad materna en el 2015. En parte, eso ocurrió porque sin control de la natalidad, las mujeres a veces recurren a abortos
ilegales y, a menudo, peligrosos.
En la unidad de cuidados post-aborto del Hospital Fabella,
las mujeres se encuentran solas, en silencio en sus camas. Maribeth Endoso vino
aquí después de una hemorragia durante su aborto. Tiene lágrimas en los ojos
mientras se sienta bajo el resplandor de las luces fluorescentes de la
habitación. "Decidí abortar a mi hijo. Realmente siento pena por lo que
hice y lo lamento", dice, sollozando suavemente. Endoso ya tiene tres
hijos y no puede permitirse el lujo de criar a otro. Acudió con una mujer de la
localidad que usa masajes abdominales y píldoras de prostaglandinas para inducir
el aborto. "Fue doloroso, realmente doloroso", dice Endoso.
"Incluso ahora, todavía puedo sentir el dolor. Creo que es debido a los
masajes. Después de cuatro días, tuve escalofríos, fiebre y estaba vomitando".
La doctora Vanessa Diano, médica residente de turno, dice que
le gustaría ver más planificación familiar disponible para las mujeres pobres para
prevenir abortos inseguros. "Si usted les ayuda a controlar el tamaño de
su familia, no van a tener un aborto", dice, "lo hacen porque
no tienen dinero y no pueden permitirse tener otro bebé".
En la planta de la maternidad, las horas de visita han
comenzado. Las enfermeras llaman por micrófono en voz alta al número asignado a
cada mujer cuando llegan los miembros de su familia y la cacofonía se extiende
por el salón. No se permite que la familia entre en la sala de partos o en la
sala de alojamiento conjunto. Así que esta es la primera vez que muchos hombres
están viendo a sus esposas o novias desde el parto. Afuera de la sala, se
alinean durante las horas de visita. Las reglas les impiden ingresar por lo que
las nuevas mamás salen a su encuentro en el bullicioso pasillo. No hay
mucho lugar para que nadie se siente.
Mark Jason Dagdagan, el peluquero, abraza a su esposa Carina
en la sala de espera. Hablan del nacimiento de su segundo hijo. "Realmente
sólo quiero dos hijos porque la vida es muy dura", dice ella. "Estoy
un poco asustada acerca de lo que sucederá si llegamos a tener más."
A pesar de las estrechas condiciones, muchas mujeres quieren
tener sus bebés en el Hospital Fabella. Eso es porque es uno de los pocos lugares
en Manila en donde las mujeres pueden obtener libremente anticoncepción justo
después de dar a luz.
Jenelyn Ranga dio a luz a su tercer hijo aquí. Se ve bastante
relajada. Volvió para este nacimiento para poder obtener un dispositivo intrauterino
gratuito. El DIU prevendrá sus embarazos durante unos siete años. "Para
mí, es importante tener anticonceptivos", dice. "Si todos tenemos
demasiados hijos, no tendremos recursos para alimentarlos. ¿Qué pasará con los
niños?
Si todo sale bien, Jenelyn Ranga ya no regresará a la
"fábrica de bebés".
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