En España los medicamentos homeopáticos
deberán demostrar su eficacia para venderse con indicación terapéutica.
El Gobierno ha dado el primer
paso para regular la homeopatía en España, un «sistema curativo» -como lo
define la Real Academia Española- o una pseudoterapia, vilipendiada por la gran
mayoría de la comunidad científica. El Ministerio de Sanidad presenta hoy a las
comunidades autónomas en el Consejo Interterritorial de Salud la orden
ministerial con la que quiere controlar la calidad, seguridad y hasta la
eficacia de los medicamentos homeopáticos.
La orden obligará por primera vez
a los laboratorios homeopáticos a demostrar la eficacia de sus productos, como
hacen los medicamentos convencionales. Aunque solo tendrán que someterse a ensayos
clínicos y demostrar si funcionan cuando quieran registrarse con una indicación
terapéutica determinada. Es decir, si demuestran que funcionan para el
tratamiento de la tos o los dolores articulares podrá aparecer esta indicación
en el envase. Los que solo puedan argumentar su seguridad y calidad y no un
efecto beneficioso no podrán venderse para el tratamiento de un problema de
salud específico. En ese caso, se registrarán bajo el epígrafe «sin
indicaciones terapéuticas».
Composición detallada
Los fabricantes de productos homeopáticos
también deberán indicar la composición detallada de los componentes activos,
así como la declaración de los excipientes. El laboratorio deberá disponer del
certificado de normas de correcta fabricación e informar de la existencia de
productos de origen humano o animal, entre otros requisitos.
La orden está marcada por una
directiva europea de hace diecisiete años en la que se estableció un código
comunitario para los fármacos de uso humano. Esa directiva ya implantaba dos
categorías para estos productos: los que podían someterse a la metodología de
los ensayos clínicos, «teniendo en cuenta su naturaleza homeopática», y los que
no presentaban riesgo alguno para el paciente por la débil concentración de
principios activos.
Parches legales
En este tiempo España ha ido
poniendo parches legales. Uno de ellos permitió reconocer en 1994 a todos los
productos homeopáticos que ya estaban a la venta. Bastó con que las empresas
fabricantes presentaran la documentación para su autorización y registro. Aquel
año, fueron enviadas a la Agencia Española del Medicamento 19.134 solicitudes.
A partir de ahora los productos que no cumplan con los requisitos no se podrán
comercializar.
La ex ministra, Ana Mato, intentó
aprobar la orden ministerial que ahora darán luz verde los consejeros de Salud.
Pero finalmente no cuajó. La regulación de Sanidad llega en los momentos más
bajos de esta pseudoterapia, aunque más de la mitad de los españoles dice que
confía «mucho» o «bastante» en la homeopatía, según la encuesta de Fecyt, con
la que el Gobierno periódicamente pulsa el nivel de conocimiento científico de
los ciudadanos.
En el último barómetro del Centro
de Investigaciones Sociológicas de febrero también se preguntó por primera vez
por pseudoterapias como la homeopatía y el reiki. Las respuestas reflejaron las
dudas y el desconocimiento de la población para saber discernir entre los
tratamientos médicos y las falsas terapias. Los entrevistados dicen conocer las
llamadas terapias alternativas, aunque en realidad no saben lo que son ni cómo
funcionan. En esta encuesta, quienes defienden los tratamientos avalados por el
método científico también se muestran a favor de la homeopatía. Muchos están
confundidos porque los productos se venden en farmacias, con prospecto y hasta
tienen la recomendación del médico.
En países como Francia y el Reino
Unido la confusión es mayor porque la homeopatía tiene financiación pública,
algo que no ocurre en España. En Estados Unidos se ha decidido poner coto con
una medida fácil, que no ha tenido eco en la orden ministerial española. La
FDA, la agencia norteamericana del medicamento, no la prohíbe, pero obliga a
sus fabricantes a incorporar una leyenda que deja claras las reglas del juego:
«No hay evidencias científicas de que funcionen». Con esta medida, las
autoridades sanitarias estadounidenses dejan libertad a los convencidos de la
homeopatía, pero convierten su consumo en un acto de fe.
Contra la tos, contra el cáncer, contra...
Los productos homeopáticos se
basan en el principio de «curar sin dañar», según Samuel Hahnemann, su creador
hace 200 años. Son preparados de una sustancia que se diluye en repetidas
ocasiones en alcohol o agua destilada. Esa dilución aumenta su seguridad sin
perjudicar su eficacia porque el agua supuestamente almacenaría las propiedades
curativas pese a estar sometido a cientos de diluciones, dicen sus defensores.
Con este principio, se trata desde la tos hasta el cáncer.
A algunas instituciones
científicas no les preocupa solamente que sean tratamientos inútiles, sino que
se conviertan en «un riesgo para la salud de los ciudadanos» porque los
pacientes pueden alejarse por su culpa de tratamientos farmacológicos apoyados
en la evidencia científica, como advertía un informe de la Real Academia
Nacional de Farmacia.
En el Libro Blanco de Boiron, uno
de los grandes laboratorios homeopáticos, sin embargo, se presentan 142 ensayos
clínicos, 23 revisiones sistemáticas y cinco metaanálisis sobre la terapia
homeopática con conclusiones favorables. Aunque estas cifras se quedan escasas
si se tienen en cuenta que estos productos llevan en el mercado 200 años.
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