La mala atención
sanitaria mata más que la falta de ella
Por Patricia
Peiró
Un familiar va a
un hospital porque tiene un dolor. El médico no es capaz de hacer un diagnóstico
correcto o no dispone del material necesario para tratarle. Como consecuencia,
muere. Ha tenido acceso a un doctor, pero el resultado ha sido el mismo que si
no hubiera sido así. Según un estudio en 137 países coordinado por Margaret E.
Kruk, profesora de Salud Global en Harvard, la atención médica deficiente mata
al año a cinco millones de personas, y la falta de ella, a 3,6 millones. El
informe publicado en The Lancet ha recogido los datos de 2016 de 137 países. En
total, el estudio concluye que 8,6 millones de muertes fueron evitables y que
en un año fallecieron por causas achacables a deficiencias o ausencia del
sistema de salud ocho veces más personas que aquellas que murieron por
VIH-sida.
"Durante
años la estrategia ha estado destinada a promover que haya cobertura sanitaria
y la gente la use, pero ahora nos encontramos que la gente va a la clínica y
tiene este tipo de resultados, lo cual es un desperdicio de tiempo y de
confianza de los pacientes", asegura Kruk en una conversación telefónica.
El número de muertes atribuidas a una mala atención sanitaria suponen el 58% de
los decesos en los países analizados. "La expansión de la cobertura
sanitaria sigue siendo esencial, pero si no va acompañada de medidas de
calidad, la sanidad universal será un mito sin sentido", sentencia el
editorial de The Lancet. "El sistema de salud debe ser un asunto de
Estado, no solo del ministro de Sanidad", reafirma la investigadora.
Hace menos de un
año, la comunidad internacional debatía en la Asamblea de la ONU sobre el
objetivo de desarrollo sostenible marcado para 2030: la cobertura universal de
salud. Este estudio viene a poner el foco no solo en la cantidad, sino también
en la calidad. Ya entonces Chris Elias, presidente de Salud Global de la
Fundación Bill y Melinda Gates, resaltaba que no se puede invertir el dinero a
ciegas y que hay que basarse en mediciones fiables.
De los 8,6
millones de muertes, tres millones ocurrieron por deficiencia o falta de
cobertura médica y se concentraron en la región del sur de Asia; de éstos casi
dos millones se debieron a una atención deficiente. Esto obedece a dos motivos
simples: es la zona que combina más población y más acceso al sistema de salud.
En la mayoría de los casos analizados en el informe, el personal no tuvo
conocimientos o equipamiento para atender correctamente a pacientes con
problemas cardiovasculares, seguido de aquellos que sufrían dolencias para las
que ya existen vacunas y por problemas de los neonatos. La mitad de las muertes
se debieron a causas múltiples como tuberculosis, accidentes de tráfico,
problemas en el parto y HIV-sida.
"En España
o en Estados Unidos cualquier mujer va a dar a luz va a un hospital, donde hay
posibilidad de solucionar problemas como una infección. En los países con más
mortalidad se actúa de otro modo, la mayoría de madres paren en pequeñas
clínicas y esperan que, si hay algún contratiempo, les dé tiempo a llegar a un
hospital. Algo que obviamente no sucede. Tenemos que dejar de asumir que
cualquier clínica puede hacer cualquier cosa y tener expectativas reales, como
ir directamente al hospital y no cuando la mujer ya está desangrándose",
puntualiza Kruk.
La investigación
pone ejemplos de modelos exitosos como Ruanda que, en menos de 20 años, ha
pasado de una esperanza de vida de 48 años a 67. En ese país africano, al igual
que en Tailandia y Costa Rica, han conseguido mejoras en la supervivencia
materno-infantil gracias a la combinación de mejoras y expansión del sistema.
Tal y como afirmaba en un artículo la exministra de Salud ruandesa, Agnes
Binagwaho, la atención médica en su país llega al 90% de la población, más del
90% de los pacientes con VIH siguen un régimen farmacológico estable y el 93%
de los niños están vacunados contra enfermedades infecciosas.
La experta de Harvard
señala dos claves de mejora para reorientar los objetivos de salud: "La
formación de profesionales en muchos de estos países sigue un modelo atrasado.
Saben hacer muy buenos exámenes, pero no tratar con los pacientes. Por otro
lado, hay que evaluar el servicio y desarrollar mecanismos para que los
usuarios del sistema sanitario puedan valorarlo. Ellos tienen mejor que nadie
un diagnóstico de lo que funciona y de lo que no".
Este cambio de
tendencia ya ha sido advertido por numerosos expertos, pero este estudio lo
confirma con datos. El asesor del Banco Iberoamericano de Desarrollo (BID)
Diego Ríos Zertuche planteaba esta cuestión: "En el ámbito de la salud
resulta fácil saber si una comunidad dispone o no de un centro cercano y
accesible, si está abierto o cerrado, si cuenta con suficientes medicamentos o
si está atendido por personal cualificado. Pero ¿de qué sirve que un
ambulatorio esté equipado con las últimas tecnologías si no brinda servicios de
salud de calidad?".
Los países con
más recursos tienen un papel en la mejora de la calidad, como indica Kurk:
"Tenemos que acompañar a los países en desarrollo en su proceso de
implantación de un sistema de calidad, no llegar con grandes ideas y soluciones
rápidas".
FUENTES:
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