Por Borja Andrino, Daniele Grasso y Kiko Llaneras
La vacunación país por país acelera en los más ricos y muy poco en los más pobres. Las cifras muestran que muchos países desarrollados inmunizan a más del 30% de la población, mientras que la mayoría en vías de desarrollo no llegan ni al 10% de las suyas.
La desigualdad en el acceso a las vacunas ha sido una preocupación constante en la mayor campaña de vacunación mundial de la historia y, casi seis meses después de su comienzo, el mundo está efectivamente dividido por la riqueza. Los países que superan el 30% de gente vacunada son países ricos, o relativamente ricos, mientras que casi ningún país pobre ha conseguido inmunizar siquiera al 10% de sus ciudadanos. El PIB distingue a los países que inoculan a buen ritmo, muchos de los cuales están doblando sus curvas de CoVID-19.
En España y la Unión Europea un tercio de las personas (33%) ya han recibido al menos una dosis; el doble que en el continente sudamericano (15%), seis veces más que en Asia (5%) y 20 veces más que en África (1,5%).
Los países del norte y del centro de América fueron los que avanzaron más deprisa al principio, empujados sobre todo por Estados Unidos, donde ya han vacunado a la mitad de la población. Pero la Unión Europea es la que avanza más deprisa desde abril, cuando los suministros de vacunas se multiplicaron. El ritmo actual supone administrar una dosis al 5% de la población cada semana.
No sorprende que los continentes hayan vacunado prácticamente al ritmo de sus rentas nacionales: con Europa y Norteamérica delante de Sudamérica que, a su vez, va más deprisa que Asia y África. La excepción relevante es Oceanía: ni Australia ni Nueva Zelanda han inmunizado a mucha gente, aunque son países ricos, seguramente porque han conseguido mantener el virus casi suprimido (las muertes por coronavirus en este año y medio son allí 50 y 300 veces menos que en España, respectivamente).
El vínculo entre vacunas y riqueza es aún más claro cuando lo miramos por países. Casi todos aquellos de más de un millón de habitantes que tienen un 30% de población ya vacunada (con al menos una dosis) disponen de un PIB per cápita alto, por encima de los 20.000 dólares por habitante. Las únicas excepciones son Serbia y Mongolia. Y lo mismo ocurre al revés: solo hay cuatro países pobres (menos de 10.000 dólares) que han podido vacunar al 10% de su población —India, Marruecos, Camboya y El Salvador—.
Tardar más en inmunizar, en países ya marcados por fuertes desigualdades internas, tiene consecuencias: “ya estamos viendo en la India o en Brasil cómo el colapso del sistema sanitario afecta al turismo y a la economía: al igual que no van a ir turistas, también las empresas se van a pensar más si abrir o mover su negocio hacia allí”, explica Jeffrey Lazarus, epidemiólogo e investigador del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal).
Hay un puñado de países excepcionales porque han vacunado poco, aunque son ricos. Es lo que pasa en Australia, Nueva Zelanda, Japón o Corea del Sur, que tienen en común haber tenido éxito —o fortuna— protegiéndose del virus. Un reciente estudio en The Lancet los señalaba como ejemplo, en la OCDE, de las ventajas de una estrategia de eliminación (y no mitigación) de la CoVID-19, en términos sanitarios y también económicos.
Vacunación e inmunidad de grupo
El primer objetivo de la vacuna es proteger a los vacunados de enfermar y fallecer. Sabemos que se está teniendo éxito en esa primera meta: según cálculos del grupo de Sistemas Complejos de la Universidad Politécnica de Cataluña, el nivel de vacunación en España a finales de abril (un 25% de gente protegida; sobre todo mayores) ya debía servir para evitar el 80% de las muertes por CoVID-19. Pero la vacuna también será efectiva evitando infecciones. Un informe de la sanidad británica ubicó la cifra de esa protección en el 70-90% para la segunda dosis de Pfizer. Si esas cifras se confirman, la pregunta es si bastan: ¿es suficiente como para que se alcance la inmunidad de grupo o de rebaño?
Alcanzarla depende de muchas variables. En esencia, queremos mantener un número reproductivo (R, que estima la velocidad en la transmisión) por debajo de uno. Y ese número depende de varios componentes. Por un lado, de cuántas personas están inmunizadas (bien porque han pasado la enfermedad o porque están vacunadas y evitan la infección o no la transmiten). Por otro, del contacto entre personas, esas interacciones ahora reducidas, pero que irán aumentando. También influye la probabilidad de transmisión, es decir cómo de fácil es que un contacto acabe en infección, lo que depende a su vez de otras cosas, como la meteorología o lo transmisible que sea cada variante.
Esa complejidad hace difícil decir cuándo se alcanzará la inmunidad de grupo, asumiendo que sea posible. Según cálculos de la UPC para la Unión Europea, con un nivel de contactos como el actual o un poco más elevado, bastaría con vacunar al 33-50% de la gente para que el virus dejase de propagarse y tuviéramos esa forma de protección. Pero eso sería manteniendo medidas restrictivas, hacer una vida “normal” exigirá más gente vacunada, quizás mucha más.
¿De qué manera ha evolucionado la incidencia de la infección en los diferentes países según iba avanzando la vacunación?
Los países que más han vacunado: el 40% de la población
El caso de mayor éxito es Israel. Allí la vacunación coincidió con un confinamiento estricto y los casos de CoVID-19 prácticamente se han reducido a cero. El avance de la vacunación también coincide con una bajada de casos en Reino Unido, EE UU, Mongolia y Chile, que también han vacunado a más de la mitad de la gente.
Pero también es posible sufrir brotes severos con muchos vacunados. Es lo que vemos en Uruguay, un país que hasta noviembre se había protegido del virus con éxito y que vacunó deprisa en los primeros meses del año pero que, a mediados de abril, registró grandes brotes en lugares tan delicados como las residencias de mayores. También ha ocurrido en Baréin, donde la incidencia ha repuntado con un 40% de gente vacunada. Esto puede pasar por heterogeneidad —si ciertos grupos sociales no son inmunizados—, o por una suma de factores: si los recién vacunados aumentan sus interacciones demasiado pronto, si se relajan otras restricciones o si las vacunas no son todas igual de eficaces.
En Chile los casos también repuntaron a mediados de marzo, cuando el 30% de la gente tenía al menos una dosis. Entonces se replanteó la estrategia al haber evidencia de que Sinovac, la vacuna que más se estaba usando, requiere un segundo pinchazo pronto para conseguir una protección sólida (con la primera se quedaba en el 25%-30%, frente al 80% de Pfizer). En esta situación, como apunta algún estudio, también se produjo un aumento de contactos que facilitó el repunte. Ahora, dos meses después, los contagios en el país vuelven a bajar.
Estas cifras recuerdan el reto que va a ser recuperar una vida normal, como apunta Jeffrey Lazarus: “No va a ser nada fácil una vez que se haya alcanzado el 50% de cobertura de vacunación. Ya estamos viendo que en EE. UU. hay mucha gente poco convencida y encima dispersa en áreas rurales sin la infraestructura sanitaria necesaria; o que la gente más joven no vea tan necesario o urgente vacunarse, como está ocurriendo en Reino Unido”.
Los países que han llegado a vacunar entre el 25-40% de su población
El segundo grupo de países en el que nos hemos fijado son aquellos donde un tercio de la gente ha recibido ya una dosis. Son todos países europeos que además de estar en niveles parecidos de vacunación están saliendo del invierno, lo que se piensa que puede ayudar al control del virus.
Los de la cola: América Latina
En Latinoamérica el virus ha avanzado a ritmos muy diferentes en los últimos meses. Algunos países del sur de la región han visto subir la incidencia con la llegada del invierno, como Chile, Argentina y Uruguay. En Centroamérica se han ido reduciendo los casos últimamente, con la excepción de Costa Rica, donde están repuntando.
El continente añade una variable al rompecabezas: la extensión de las cepas más transmisibles, como la P1 detectada en Brasil y que luego ha saltado a muchos países vecinos. Esa variante parece contagiarse con más facilidad, aunque las vacunas se han demostrado eficaces contra ella.
Tener más gente vacunada ayudará a mitigar el virus. Pero mientras la vacunación avanza, tendremos que seguir haciendo equilibrios: podremos ir recuperando contactos y relajando restricciones, pero solo al ritmo que permitan el nivel de inmunización, la transmisibilidad del virus y su estacionalidad. El juego será más sencillo que en los últimos meses, quizás cada vez más permisivo, pero seguirá siendo un juego de malabares por lo menos un tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario