EL GREMIO MÉDICO Y SU HISTORIA FRENTE AL
COIP
Gabriel Ordóñez Nieto, Past Presidente del CMP 1985- 1987
Antes de 1938 los profesionales de la
medicina carecían de organización y su trabajo en las distintas provincias
respondía solo a los intereses gubernamentales. Los cargos se otorgaban sin
tomar en cuenta los méritos académicos, científicos y laborales de los
candidatos, contaban eso si las relaciones de amistad, los parentescos y los
consabidos palanqueos a todo nivel. Las políticas de salud no contaban con la
opinión de la gran mayoría de médicos que veían con preocupación el uso y abuso
de los recursos del estado sin una orientación favorable para la salud de la
mayoría de los ecuatorianos. Las tasas de morbilidad y mortalidad infantil, por
ejemplo, eran inaceptablemente altas, la mayoría por causas prevenibles, muy
pocas voces se levantaron para protestar por este y otros problemas graves y
muy graves. En materia salarial había mucho desorden y se cometían muchas
injusticias: no había un Ministerio de Salud Pública para la creación de leyes,
reglamentos y más disposiciones necesarias para proponer y conducir programas
de manera eficaz y responsable. Algunas instituciones estaban encargadas de la
planificación y control sanitario (Servicio Sanitario Nacional de la Dirección
General de Sanidad con sede en Guayaquil, el Consejo Consultivo de Salud
Pública), la atención médica propiamente dicha estaba a cargo de la Asistencia Pública
y de ciertas instituciones con autonomía económica, administrativa y técnica
como el Instituto Nacional de Higiene, la Liga Ecuatoriana Antituberculosa
(LEA), la Junta de Beneficencia. El caos y la pérdida de recursos estaban
afianzados.
El Ministerio de Salud Pública se creó
mediante resolución de Asamblea Constituyente el 16 de junio de 1967 y su
reglamento se expidió el 30 del mismo mes y año. Las organizaciones gremiales,
sin embargo, son más antiguas. En 1938 se creó la Asociación Médica
"Eugenio Espejo" que se llamó luego Asociación Médica de Quito y
agrupó a más de 50 profesionales con la intención de formar luego la Asociación
Nacional de Medicina. Los Doctores Aurelio Mosquera Narváez, ex Presidente de
la República y Ricardo Villavicencio Ponce vivieron la ilusión de una
agremiación en todo el país, vale decir, una suerte de embrión de lo que sería
el Sindicato Médico y años más tarde la Federación Médica Ecuatoriana. Les
animó el loable deseo de velar por el bienestar profesional y la defensa de los
derechos. El 15 de febrero de 1942 como resultado de una resolución tomada en
el III Congreso Médico Ecuatoriano se fundó la Federación Médica Nacional con
280 miembros de todo el país. Se concretaba una aspiración gremial importante:
estar unidos para emprender la gran cruzada en defensa de los derechos
profesionales, oponerse al ejercicio ilegal de la profesión y al empirismo.
Poco a poco la naciente institución se
robusteció con obra científica, vinculaciones con organizaciones sociales y
adherencia de numerosos médicos de todo el país. La sede fue el Rectorado de la
Universidad Central y el primer Presidente el Dr. Julio Enrique Paredes de
recordada y brillante actividad. Un año y medio después, en agosto 31 de 1943
se instaló la Primera Asamblea Médica Nacional. La segunda se reunió en
Guayaquil el 9 de octubre de 1945 y en ella se tomó la resolución inteligente y
definitiva de otorgar a cada núcleo provincial la categoría de Centro Médico
Federal, antecesor directo del Colegio Médico Provincial. La organización tomó
cuerpo y fuerza para continuar el trabajo que los consolidaría como entes
legales, debidamente reconocidos por las leyes del Ecuador.
Uno de los pasos previos fue procurar y
alcanzar relaciones con instituciones similares del exterior. Se pensó y sin
duda era verdad que dicha presencia fortalecería a la naciente Federación
Médica Nacional. Pasó a formar parte de la Confederación Médica Panamericana y
de la Asociación Médica Mundial. En 1952 la Organización Sanitaria Panamericana
reconoció de manera oficial a la Confederación Médica Panamericana como
organismo representativo, no gubernamental de las Asociaciones Médicas del
continente.
El Dr. Carlos Bustamante Pérez fue
elegido Primer Presidente de la Federación Nacional en 1953 y en su discurso de
posesión, ante el Presidente José María Velasco Ibarra, sostuvo que:
"...la lucha por la defensa profesional no debe mirarse simplemente como un
movimiento de insurgencia ni como una maniobra para conseguir mejores sueldos o
remuneraciones tiene, sobre todo, un sentido de defensa de la calidad
profesional, solamente cuando nuestra profesión esté garantizada en todos sus
derechos y estimada como se debe, la sociedad podrá estar segura de tener profesionales
probos, sabios..."
Con la expedición mediante Decreto Supremo del 27 de abril de 1965 de
la Ley Constitutiva Federación Médica se consolidó legalmente la institución y
tuvo presencia nacional a través de los Colegios Médicos Provinciales. En 1966
mediante Decreto Supremo 1062 se expidió la Ley Sustitutiva de la Federación
Nacional de Médicos que sufrió reformas en 1973, 1975 y 1977. El periplo
legislativo no terminó aquí pues en 1979 se promulgó la Ley Reformada y
Codificada de la Federación Médica Ecuatoriana para el Ejercicio,
Perfeccionamiento y Defensa Profesional que también fue reformada en 1989. La
participación de los dirigentes de las distintas épocas fue muy activa, siempre
se procuró tener un ordenamiento legal adecuado a los tiempos y beneficioso
tanto para la población como para los profesionales de la medicina que nunca
eludieron sus responsabilidades y dictaron su propio Código de Ética con la
clara intención de tener un marco referencial para juzgar las actuaciones de
sus afiliados y alertar que la medicina no es una ciencia exacta, que las
ciencias médicas en general evolucionan de modo constante a una velocidad de
vértigo, que el ejercicio médico se fundamenta por principio en la no
maleficencia y establece un compromiso de orden ético más que jurídico. La
relación médico paciente es única e irrepetible por el peculiar contenido
humano y moral de los intervinientes.
Se sostuvo desde entonces que los profesionales de la salud no podían
garantizar resultados porque la enfermedad deriva de numerosos factores del
medio ambiente; de la estructura y reproducción social no controlables por el
personal de salud y porque cada sujeto responde a su propio entorno
socioeconómico y cultural, a su peculiar ritmo para enfrentar las enfermedades
y buscar ayuda así como un patrón de respuestas propias, algunas impredecibles.
De la ley se reconocieron como artículos importantes el número UNO y
el 39. El primero porque obligaba a los profesionales médicos nacionales y a
los extranjeros, con títulos revalidados, a afiliarse al colegio de la
provincia donde ejercía la profesión, previo el cumplimiento de la medicatura
rural y la inscripción del título en el MSP y el número 39 que mandaba llenar
los cargos vacantes de médicos únicamente por concurso de méritos y oposición
según el reglamento dictado por la Federación Médica Ecuatoriana y aprobado por
el Ministerio de Salud Pública. Ambos se declararon inconstitucionales en el
gobierno del Presidente Correa y así se restó poder y presencia al organismo
gremial porque los nuevos médicos no ven utilidad en la afiliación voluntaria.
La historia reciente muestra la verdad de las cosas. Mientras en 1985
se levantó el primer paro médico nacional, en pleno gobierno del Ing. Febres
Cordero, supuestamente, el más represivo de la historia democrática del
Ecuador, para reclamar por los malos servicios de salud, los programas
ejecutados de manera irresponsable, la mala calidad de los medicamentos y los
sueldos bajos. La voz gremial se escuchó y respetó. Ahora, se amplió la jornada
de trabajo a 8 horas diarias sin ajustar los salarios en forma proporcional, se
introdujeron artículos en el COIP sin escuchar a nadie con el ánimo de
sancionar médicos y meterlos a las cárceles cuando se equivoquen. Lo último es
contratar médicos en condiciones tan desventajosas y precarias que solo se
aceptan por miedo y la necesidad de tener un sustento luego de largas jornadas
de estudio sostenidas por sus familias. ¿Hasta cuándo tolerar tanta infamia?
Los concursos para llenar los cargos médicos son convocados,
calificados y santificados de modo unilateral e inaceptable. Ellos son dueños
de todas las instancias y eso perjudica, sin duda, a la transparencia que debe
prevalecer en la manera de seleccionar talento humano sin favoritismo de
ninguna especie.
Hoy más que nunca cobran vigencia las palabras del primer Presidente
de la Federación Médica Nacional. Hoy más que nunca es preciso recordar la
multitudinaria marcha médica del 15 de febrero realizada en Quito que puso a
los prepotentes en la mesa de negociación y se alcanzó un acuerdo que no llega
a feliz término todavía. La táctica es diferir todo cuanto se pueda, con
cualquier pretexto, hasta dar el golpe final con alevosía y ventaja.
Es un imperativo de la hora actual fortalecer la organización médica
tanto en el nivel provincial como en el nacional. Las marchas y las vigilias
están bien pero no son suficientes, no basta con exponer y defender con
valentía las ideas, tampoco alcanza exponer vidas al flagelo de la represión.
La estrategia debe ser sesuda, digna de un colectivo de intelecto cultivado
entre alegrías y pesadumbres de la vida y la muerte, del trabajo tenaz y
gratificante. Hay que evitar los sacrificios innecesarios, detenciones,
despidos y los enfrentamientos con la comunidad porque aquí, con la
participación masiva de nuestras familias, pacientes y amigos, vamos a
encontrar la fuerza para la batalla final.
Hay que afiliarse a los Colegios Médicos Provinciales y dotarle a la
Federación de recursos económicos porque sin ellos la lucha es más desigual
todavía.
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