Por Kevin Maney
Artículo publicado en Newsweek en Español, 27 de abril del 2014, 6, 7p.
En breve, los comerciales sobre
disfunción eréctil darán un giro interesante, con un emocionado, canoso y
robusto caballero diciendo a la cámara: "El algoritmo que recetó el médico
me indica el pico para sorprender a mi esposa en la ducha".
Las pastillas están por volverse
inteligentes y eso elevará, enormemente, el valor y la eficacia de los
medicamentos. A lo largo de la historia, las medicinas han sido simples polvos
que nada saben del paciente: si se encuentra bien o por lo menos, si sigue el
tratamiento indicado.
Sin embargo, para adquirir
inteligencia, los fármacos no requerirán de una transformación radical, como un
chip computarizado que se pueda ingerir y un transmisor inalámbrico. En los
próximos años, cuando surta su receta, recibirá la medicina junto con un
software que analiza la información biológica contenida en su celular, monitor
de pulsera, la báscula del baño conectada a la red e incluso, el tenedor
digitalizado para sus comidas, a fin de asegurar que la sustancia esté actuando
e informar al médico sobre su respuesta a la dosis indicada. Todos los datos se
enviarán a una app (aplicación) ideada para hacerle participar, activamente, en
el tratamiento porque, cuando el paciente se percata de la mejoría, tiene
mayores probabilidades de continuar la terapia.
Hasta ahora, los medicamentos han
sido el producto final de las farmacéuticas, pero en adelante serán más como un
"drugware", parte de una solución diseñada para dirigirnos hacia un
estado de bienestar. Las medicinas sin software se volverán tan inadecuadas
como Lady Gaga con ropa de calle.
"El objetivo es vender resultados",
comenta Glen de Vries, cofundador de Medidata Solutions, compañía tecnológica
que recoge y clasifica la información de miles de médicos y pacientes que
participan en ensayos clínicos de nuevos medicamentos. Algunas ideas para
producir drugware surgen del software utilizado cada vez más a menudo en dichas
pruebas. "La industria está evaluando, cuidadosamente, combinaciones de
fármacos y algoritmos", agrega de Vries.
Eso difiere de los dispositivos
existentes, como las bombas de insulina automatizadas que utilizan millones de
diabéticos: aparatos que hacen lecturas e inyectan insulina y en algunos casos,
envían información sobre los niveles de glucosa a ciertas apps, pero por lo
demás, lo que hacen son simples tareas físicas. En cambio, el drugware tendrá
la finalidad de aumentar la inteligencia sobre nuestro estado de salud.
Es como cuando compramos un
taladro: no queremos el taladro en sí, sino el agujero. Los enfermos no
quieren, necesariamente, sus medicinas, solo desean sentirse mejor. Así que
transformar los medicamentos en drugware será un importante cambio de
percepción en la atención médica.
Hay varios factores que impulsan
la tendencia. Uno es el enorme volumen de dispositivos y aplicaciones de salud
que produce la industria de tecnología para ofrecernos información íntima que
antes no podíamos o no queríamos conocer.
Por ejemplo, Withings fabrica una
báscula de 150 dólares que, además del peso, registra la frecuencia cardiaca,
el índice de masa corporal y de paso, la calidad del aire en la habitación.
Según el fabricante, "informa cuándo hay que ventilar el cuarto".
Como esos aparatos suelen utilizarse en el baño, pueden ocasionar momentos
embarazosos.
La báscula envía toda la
información a una app de smartphone, la cual clasifica y crea una gráfica con
los datos. Muchos otros dispositivos hacen lecturas de salud y actividad
-Fitbit y apps que registran patrones de sueño-, pero los nuevos aparatos son
cada vez más sofisticados. En marzo, Vital Connect lanzó un parche del tamaño
de una vendita adhesiva que se pega al pecho, donde hace un registro de las
frecuencias cardiaca y respiratoria, la temperatura de la piel, la postura del
cuerpo, los pasos e incluso, los niveles de estrés. El mismo mes,
investigadores surcoreanos y texanos, junto con el fabricante MC10, presentaron
un parche llamado Biostamp, que recoge datos sobre la piel y los músculos del
usuario, a fin de detectar los primeros síntomas de la enfermedad de Parkinson.
Por lo pronto, los
biodispositivos procesan información en aplicaciones propietarias (cerradas),
pero compañías como Medidata están buscando la manera de enviar los datos -con
autorización del usuario- de los dispositivos personales a un software que
funcione en conjunto con un fármaco.
La tecnología no es lo único que
impulsa al drugware. Obamacare también lo hace porque, en adelante, los médicos
ganarán más cuando sus pacientes estén y permanezcan sanos; así que si una app
farmacológica puede ayudarles, apueste a que van a recetarla.
El drugware podría reducir los
costos de atención médica para todos. Según un estudio de 2013, solo la mitad
de las personas con enfermedades crónicas toma sus medicinas regularmente y los
que no lo hacen, empeoran su condición. En palabras de la industria, el
"incumplimiento farmacológico" eleva el costo de la atención médica
estadounidense en 100 000 millones de dólares anuales.
Una promesa del drugware es que
entenderá nuestro contexto e influirá en nuestras conductas más allá de hacernos
tomar la medicina. Si un aspecto de la mejoría es perder peso o evitar el alcohol,
habrá una app que se encargue de ello. De hecho, es probable que creen una app
para terapia física que estimule a los pacientes a seguir su régimen y registre
la mejoría.
Otro motor del drugware es la economía
de las farmacéuticas que, seguramente, querrán vender aplicaciones con sus
medicinas. También es posible que la combinación de una app con una sustancia
permita renovar patentes que están por expirar. De una u otra manera, dice de
Vries, "al añadir una app al fármaco, se incrementa el valor de la
sustancia".
Importantes compañías
farmacéuticas empiezan a considerar la digitalización de sus productos. Hace un
par de años, Merck fundó una unidad llamada Vree Health para explorar
"servicios tecnológicos" y por lo pronto, ha desarrollado tecnologías
que permiten a los médicos rastrear la atención de sus pacientes. Con todo,
ninguna de las grandes farmacéuticas ha anunciado importantes proyectos
drugware.
El concepto es aún tan novedoso
que los reguladores no saben cómo intervenir. El otoño pasado, la
Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus
siglas en inglés) emitió lo que denomina una Guía para Aplicaciones Médicas Móviles,
pero el documento solo dice que la dependencia gubernamental no pierde de vista
las aplicaciones y que se "enfocará en apps que, en caso de no funcionar,
presenten riesgos al paciente", así como en aplicaciones conectadas con
dispositivos médicos como marcapasos.
Si la agencia decide regular los
algoritmos y el software que funcionarán con los medicamentos, terminaremos con
otra innovación: apps para recetas médicas.
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