El doctor Juan Manuel Parra, médico adjunto de
urgencias del Hospital de Alcorcón (Madrid), de 41 años, se enfrentó durante 16
horas casi en solitario a la tarea de salvar la vida a Teresa Romero, el primer caso de contagio de ébola fuera de África. Desde las ocho de la
mañana del lunes día 6 hasta pasada la medianoche asumió el riesgo de atender
en persona a una paciente cuyo estado empeoró de forma vertiginosa y que
presentó abundantes diarreas, vómitos y tos con expectoración. Hasta en 13
ocasiones tuvo que quitarse y ponerse el traje de protección, con el
consiguiente peligro de contagio, y no fue hasta las cinco de la tarde cuando
se puso de la vestimenta de mayor nivel de seguridad que había en el hospital,
que además no era de su talla. “Las mangas me quedan cortas en todo momento”,
asegura el doctor, por escrito, en el relato de todo lo que pasó durante esas
más de 16 horas que ha enviado a sus superiores.
El doctor Parra, especialista en medicina familiar
y comunitaria, con 14 años de experiencia, se incorporó a la guardia a las ocho
de la mañana del lunes, cuando Romero ya estaba en el box de aislamiento del
Hospital de Alcorcón, después de llegar en una ambulancia convencional. El centro activó el protocolo
ante un posible caso de ébola porque la propia paciente avisó a su llegada de
que había tenido contacto con el virus. “En el momento de mi decisión de asumir
a la paciente y hacerme cargo de su situación, soy yo el único médico que se
encargará de atenderla mientras se encuentra aquí, acompañado en mis visitas a
la habitación con personal de enfermería. Prohíbo el paso a la habitación si no
entro yo en ella”, asegura el médico en su relato por escrito. Varios
enfermeros se turnan para entrar en el box con él.
La infectada presenta a esa hora los primeros
síntomas: exantema (erupción cutánea) en tronco e ingles, mialgias y malestar.
Tiene además tos “con expectoración”, indica el doctor, quien solicita entonces
permiso para extraer una muestra de ébola. Hasta entonces, el médico de
urgencias y los enfermeros entran en la habitación donde está la paciente con
un “traje de primer nivel”: una bata impermeable, dobles guantes, un gorro y
una mascarilla quirúrgica. Parra da orden de cambiar la mascarilla por una de
alta protección, pero aún no llevan puesta la vestimenta de mayor nivel de
seguridad. “Durante este tiempo, la paciente comienza a mostrar signos de
empeoramiento clínico con tendencia a hipotensión, náuseas y malestar,
obligando a actuación de medidas de soporte”, detalla el especialista.
El estado de la enfermera evoluciona a toda
velocidad y en torno a las once de la mañana Parra avisa a sus superiores “del
estado de empeoramiento de la paciente, con presencia de diarrea y mayor
afectación, lo que provoca nuevas entradas en box de aislamiento para ayuda y
soporte clínico”. Alerta de “la necesidad de una actuación inmediata”.
El doctor Parra es en esos momentos el máximo
responsable del estado de salud de Romero y quien asume los mayores riesgos de
contagio por ébola, junto a los enfermeros que le ayudan, pero él no es el
primer informado de que el análisis inicial realizado a la paciente ha dado
positivo en el virus. Se entera por los medios de comunicación. “Aunque la
primera muestra es positiva no tengo conocimiento de ella directa salvo por la
prensa”, precisa en la carta. Desde por la mañana ya venía actuando como si lo
fuera, pero nada más que por “intuición clínica”. Su narración prosigue: “La
paciente continúa con importante clínica, forzando más entradas por mi parte en
dicho box”.
A las cinco de la tarde se le informa de la “posibilidad” de que el resultado sea positivo por ébola. Es entonces cuando proceden a protegerse con el traje “de mayor nivel facilitado por este hospital”: un buzo íntegro, con máscara, gafas, dobles guantes y una cobertura para el calzado. Pero esa vestimenta le queda pequeña. “Las mangas me quedan cortas en todo momento”, escribe. Le quedan al descubierto parte de las muñecas.
A partir de ese momento es, probablemente, cuando
mayor riesgo asume el personal sanitario del Hospital de Alcorcón. La enfermera
“continúa con mayor fallo, encontrándose con abundantes diarreas, vómitos,
mialgias y comienza con fiebre de hasta 38”. El estado de la enferma les obliga
a entrar una y otra vez en el box de aislamiento.
Romero es consciente en todo momento del peligro
que está suponiendo para sus compañeros atenderla. Ella misma está muy
pendiente de su actuación, advirtiéndoles de que tengan cuidado al manipular
sus residuos, según fuentes sanitarias. Ellos trabajan de la forma más
cuidadosa que pueden, procediendo, relata Parra, en "cumplimiento estricto del protocolo asignado y vigilancia mutua en
la retirada de los trajes de protección”.
El médico solicita a las seis de la tarde que la
enferma sea trasladada al Hospital Carlos III, el centro de referencia para los
casos de ébola, “por el alto riesgo de complicación e inestabilidad y el
requerimiento constante en condiciones de diarrea, tos, expectoración, vómitos
con presencia de menstruación de la paciente”.
Una hora después llega la confirmación, gracias
al segundo análisis, de que su paciente está infectada por ébola. Él lleva ya
once horas tratando de salvarle la vida. De nuevo, nadie se lo comunica.
“Vuelvo a enterarme antes por medios periodísticos que directamente con la
autoridad competente”. El médico insiste en pedir el traslado de la contagiada
al Carlos III, por la “complicación clínica de la paciente y su deterioro
progresivo”. Aún faltarían cinco horas para que, pasadas las doce de la noche,
llegase la ambulancia y terminara, por fin, la lucha del doctor Parra.
El doctor Juan Manuel Parra quedó ingresado en
aislamiento en la tarde de ayer en el Hospital Carlos III de Madrid. Acudió por
su propio pie al centro sanitario, adonde se dirigió en Cercanías desde su
domicilio. Él mismo había solicitado el ingreso para ser sometido a una mayor
vigilancia y control, dado su estrecho contacto con la paciente infectada por
ébola. El protocolo del Ministerio de Sanidad solo establecía que se tomara la
temperatura dos veces al día durante 21 días. Podía hacer vida normal y, de
hecho, ha estado acudiendo al hospital. No ha presentado síntomas de ébola, con
lo cual, en el caso de estar infectado no podría contagiar a nadie.
El médico mantuvo una reunión ayer con la
responsable de prevención de riesgos laborales del sindicato médico al que
pertenece, AMYTS (Asociación de Médicos y Titulados Superiores de Madrid), y
ambos estuvieron de acuerdo en solicitar el ingreso, dijera lo que dijera el
protocolo. “Lo dice el sentido común”, explica Julián Esquerra, secretario
general del sindicato. “Estamos hablando de alguien que no ha tenido solo una
vigilancia activa de un paciente con ébola, sino alguien que ha entrado
plenamente en contacto con un contagiado”.
El objetivo de su solicitud es que “se le asista
preventivamente”, indica Esquerra, y que tenga todos los medios asistenciales a
su alcance. Fuentes cercanas al especialista indican que está algo preocupado,
porque es ahora cuando ha sido consciente del riesgo que ha asumido, aunque
cree que no tuvo fallos al seguir el protocolo de protección.
FUENTE: Diario El País, versión digital, 09 de octubre del 2014
FUENTE: Diario El País, versión digital, 09 de octubre del 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario