Los pacientes se beneficiarán de
que médicos y compañías farmacéuticas se desenreden.
Por:
Kamran Abbasi, deputy editor,
BMJ y
Richard Smith, editor, BMJ
Lápices y almuerzos gratis.
Congresos auspiciados y educación médica comprometida. Golf de cortesía y
vacaciones inasequibles. Líderes de opinión y autores fantasma (ghostwriters).
Estos son los signos visibles de que médicos y laboratorios se encuentran
entrelazados en un abrazo de avaricia y exceso, un abrazo que distorsiona la
información médica y la práctica clínica. Un artículo publicado en este número
temático de la revista BMJ identifica 16 formas en las que los médicos se
enredan con la industria farmacéutica (1). Usted probablemente puede identificar
más. El número explora el alcance de esta relación, sus efectos sobre la
investigación, su influencia en la prescripción y las consecuencias para los
pacientes. Nuestro argumento central es que los médicos, las compañías
farmacéuticas y –más importante– los pacientes, todos se beneficiarían de una
mayor distancia entre los médicos y las compañías farmacéuticas.
Se necesitan dos, por supuesto,
para enredarse, y esperamos que nadie vea este número temático como uno “anti”
industria farmacéutica. Prácticamente todos los nuevos medicamentos
desarrollados en los últimos 60 años –drogas que han transformado la medicina–
han sido desarrollados o fabricados por compañías farmacéuticas (2). Los médicos y
las compañías farmacéuticas deben trabajar juntos, pero los médicos no
necesitan ser banqueteados, transportados lujosamente, alojados en los mejores
hoteles, ni educados por las compañías farmacéuticas. El resultado es un sesgo
en las decisiones tomadas en la atención de pacientes. Las compañías
farmacéuticas son empresas que deben comercializar sus productos. A veces
tuercen las reglas, pero son los médicos tal vez los más culpables de haber
llegado a depender de la generosidad de los laboratorios. ¿Cómo es que hemos
llegado al punto en que los médicos esperan que la información, la
investigación, la educación, las organizaciones profesionales y la asistencia a
congresos sean suscritos por la industria farmacéutica? Tanto los médicos como
los laboratorios saben que hay algo malsano en esta relación, pero parecen incapaces
de detenerse.
Algunos países y organizaciones
profesionales —incluyendo más recientemente la Asociación Médica Mundial— han
reconocido los peligros de esta proximidad y han desarrollado códigos de
conducta (3, 4) . La propia industria tiene códigos. ¿Por qué esto no es suficiente?
De nuevo, ambas partes son culpables. Los códigos de conducta son mero decorado
de vitrinas a menos que sean explícitos y vigorosamente observados. Los
vendedores de la industria inevitablemente los ven como el impulso para diseñar
campañas cada vez más imaginativas que pongan a prueba los límites de tales
códigos. Los médicos, por su parte, demasiado fácilmente se convencen a sí
mismos de que su integridad profesional es inmune a la seducción de las
compañías farmacéuticas. Demasiados médicos creen que las leyes de la economía
pueden romperse y que el almuerzo gratis sí existe. Por desgracia, existe sólo
en su imaginación.
Hay una creciente cantidad de
evidencia de que los hábitos de prescripción de los médicos se ven influidos
por los laboratorios, ya sea a través de las conversaciones con los visitadores
médicos o a través de promociones de venta disfrazadas de educación médica. Un
grupo de investigadores británicos encontró que los médicos que tienen un
contacto frecuente con visitadores médicos están más dispuestos a recetar
nuevos medicamentos, no se sienten cómodos con consultas que terminen solamente
en consejo, y tienen una probabilidad mayor de acceder a prescribir un
medicamento que no está clínicamente indicado (5). Es difícil no dejarse convencer
por una sonrisa cálida, una comida gratis y un toque de adulación; un editorial
adjunto describe cómo la información proporcionada a los médicos por las
compañías farmacéuticas está sistemáticamente distorsionada (6). También hay
peligro en las elegantes reimpresiones de artículos de revistas prestigiosas
que el visitador médico trae consigo. Como es de esperar, los visitadores no
traen reimpresiones que son desfavorables para sus productos.
Las revistas médicas están
atrapadas en la disyuntiva entre publicar la investigación más relevante y
válida o ser utilizadas como vehículos de propaganda farmacéutica (7). Si una
revista publica un ensayo que favorece al fármaco A sobre el fármaco B, ¿es ésa
una decisión científica o es una inversión empresarial a ser recuperada en una
lucrativa venta de reimpresiones? Ciertamente hay peligros en la publicidad
farmacéutica de revistas y suplementos auspiciados, y es por ello que las
revistas necesitan sistemas para evitar que la publicidad influya el contenido
editorial. Pero la cruda realidad es que sin el patrocinio de los laboratorios
muchas revistas no sobrevivirían (7).
Aun así, las revistas llegan
tarde a un proceso de investigación que toma muchos años de planificación,
ejecución e interpretación. El cuidado en la eliminación de la influencia de la
industria y en la protección de los pacientes comienza en la etapa de
planificación. Los comités de ética de la investigación tienen un papel vital
en asegurar que los nuevos ensayos clínicos sean científicamente justificables (8).
El desarrollo y la comercialización de medicamentos es una industria de miles
de millones de dólares, donde los intereses financieros influyen en el diseño y
la planificación de los ensayos clínicos. Muchos trucos pueden ser utilizados
para proporcionar a los laboratorios los resultados que desean, incluyendo
comparar el nuevo fármaco con un placebo en lugar de compararlo con un
tratamiento estándar basado en evidencia, o comparar la nueva droga con un
medicamento existente inadecuado o con una dosis muy baja de otra droga
existente (7, 8). Dos nuevos estudios apoyan estas preocupaciones. Una revisión
sistemática realizada por investigadores norteamericanos encontró que los
estudios patrocinados por las compañías farmacéuticas tienen una probabilidad cuatro
veces mayor de tener resultados que favorecen al patrocinador que los estudios
financiados por otras fuentes (9). Investigadores europeos revisaron los estudios
controlados con placebo de los inhibidores selectivos de la recaptura de
serotonina (ISRS) y encontraron una literatura plagada de publicación múltiple
y selectiva de los estudios que muestran efectos significativos de la droga, y
de reporte selectivo donde se ignoran los resultados de los análisis por
intención de tratar y se destacan en cambio los análisis por protocolo (10).
Si bien estas maquinaciones
llegado el momento afectan la atención a los pacientes, las compañías
farmacéuticas tienen muchas otras vías de influencia, incluyendo el
financiamiento –a menudo en secreto– de organizaciones de pacientes y de
compañías de relaciones públicas (11, 12). Estos métodos de influencia sobre los médicos
ayudan a la industria a disfrazar su propio interés.
La industria farmacéutica es
inmensamente poderosa. Es una de las industrias más rentables, es
verdaderamente global, y está estrechamente conectada con políticos,
especialmente en Estados Unidos. En comparación con ella, la medicina es un
mamarracho desorganizado. Los médicos se han hecho dependientes de la industria
de una manera que menoscaba su independencia y su capacidad para hacer lo mejor
posible por sus pacientes. Grupos médicos de reforma en Estados Unidos están
llamando a una mayor distancia en las relaciones con la industria y a una
educación y fuentes de información independientes (13). La Universidad de California
está considerando poner fin a los almuerzos gratis pagados por las compañías
farmacéuticas, y a los estudiantes de medicina americanos se les está pidiendo
que juren una versión revisada del juramento hipocrático que prohíbe la
aceptación de dinero, regalos u hospitalidad. Estos son movimientos que en todo
el mundo los médicos deberían seguir.
1. Moynihan R. Who pays for the pizza?
Redefining the relationship between doctors and drug companies. 1:
Entanglement. BMJ 2003;326:1189-92.
2. Bonaccorso S, Smith R. In praise of
the devil. BMJ 2003;326:1220.
3. Wager E.How to dance with
porcupines:rules and guidelines on doctors’ relations with drug companies. BMJ 2003;326:1196-8.
4. Mayor S. World body reviews doctors’
links to drug industry. BMJ 2003;326:1165.
5. Watkins C, Moore L, Harvey I, Carthy
P, Robinson E, Brawn R. Characteristics of general practitioners who frequently
see drug industry representatives: national cross sectional survey. BMJ 2003;326:1178-9.
6. Liberati A, Magrini N. Information from
drug companies and opinion leaders. BMJ 2003;326:1156-7.
7. Smith R. Medical journals and pharmaceutical
companies: uneasy bedfellows. BMJ 2003;326:1202.
8. Garattini S, Bertele V, Bassi L. How
can research ethics committees protect patients better? BMJ 2003;326:1199-201.
9. Lexchin J, Bero LA, Djulbegovic B, Clark
O. Pharmaceutical industry sponsorship and research outcome and quality:
systematic review. BMJ 2003;326:1167-70.
10. Melander H, Ahlqvist-Rastad J,
Meijer G, Beermann B. Evidence based medicine—selective reporting from studies
sponsored by pharmaceutical industry: review of studies in new applications.BMJ
2003;326:1171-3.
11. Herxheimer A. Relationships between the
pharmaceutical industry and patients’ organizations. BMJ 2003;326:1208-10.
12. Burton B, Rowell A. Unhealthy spin. BMJ
2003;326:1205-7.
13. Moynihan R. Who pays for the pizza?
Redefining the relationship between doctors and drug companies. 2:
Disentanglement. BMJ 2003;326:1193-6.
Artículo publicado en BMJ, 2003;326:1155-6
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