Columna de Opinión de Diario El Universo, 21 de abril del 2016
Por Enrique Rojas.
Era el año 1955, la selección de fútbol de Calceta jugaba en Bahía de
Caráquez contra el equipo local por la final del torneo manabita de
fútbol. Calceta perdía 11 a 0 contra los dueños de casa, faltando dos
minutos para la finalización del partido, Darío Montesdeoca anotó el gol
del descuento de los visitantes, en ese momento, Justino Loor, conocido
como el “Mayor Tufiño”, se levantó y gritó a todo pulmón: “Al empate,
Calceta”. Esta frase, que en su momento causó mucha gracia en los
presentes, quedó inmortalizada en Manabí y luego en todo el Ecuador,
como un símbolo de la fortaleza para enfrentar las situaciones adversas.
Hoy, Calceta y otras ciudades del país están perdiendo otro partido, contra la vida, contra la esperanza.
Fue tan de pronto como se nos vino todo encima. El terror, la
angustia, la incertidumbre, la compasión, la solidaridad, la sensación
de luto permanente.
El sismo nos despertó, nos hizo salir de las pantallas y volver a
vernos en las calles, hombro con hombro, colaborando cada uno desde su
espacio y sus posibilidades.
Ese movimiento prolongado y feroz de la tierra nos devolvió la mirada sobre nuestra fragilidad.
Soy de esos que decían que solo nos une la Selección, pero hoy la
realidad me enrostra otra verdad que a veces pasa desapercibida, ser
ecuatoriano es mucho más que 11 jugadores o paisajes maravillosos, somos
gente de un país pequeño dividido por la geografía y las costumbres,
pero que siempre ha sabido unirse y levantarse, una y otra vez, ante
cada catástrofe o circunstancia adversa. Somos corazón y sangre
aguerrida, decidida, que se cuida y se protege cuando el otro nos
necesita.
Lamentablemente, lo olvidamos rápido, y pasada la emergencia volvemos
a nuestras divisiones, a la desconfianza y las agendas personales.
Eso no puede pasar ahora, una vez asumidas las dolorosas pérdidas
humanas, materiales y emocionales, viene el largo camino de la
reconstrucción física y social.
Con un país trizado, remecido, no importan los colaboradores de
selfie, los políticos que buscan pantalla, los que hacen “turismo de
catástrofe”, las marcas que viralizan su aporte, mientras sigan
ayudando. Todos nos necesitamos ahora. Los juicios morales van en otro
saco.
La historia de este sábado 16 de abril quedará para siempre en
nuestra memoria, pero a diferencia del año 1955, esta vez Calceta no va a
perder.
En Calceta, Pedernales, Manta, Portoviejo, Jama, Canoa, Rocafuerte y
todo el país hay dolor, miedo y una pena eterna, pero no ha sonado el
pitazo final, somos ecuatorianos, ya lo hemos hecho antes, vamos a dar
vuelta a este duro partido. Con la fuerza que se está demostrando en las
calles, con el empuje de los goles de último minuto, con la garra que
no nos deja caer, vamos a cambiar el resultado de este duro encuentro.
¡Al empate, Calceta!, ¡al empate, Ecuador!
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