Por Beatriz León.
Todo el planeta ve aumentar el número de cesáreas por encima
de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y las
asociaciones de ginecoobstetras. Podríamos disminuir el número de cesáreas sin
aumentar los riesgos ni a madres ni a hijos, para ello hay que acercarse a la
ciencia y alejarse de la demagogia que se evidencia en la mala ley del parto
humanizado propuesta por la presidenta de la Asamblea.
Hace 30 años la Organización Mundial de la Salud indicaba al
rango óptimo de cesáreas entre 10 y 15%. En el 2009 la misma OMS reconoció la
falta de información científica apropiada que auspiciara ese bajo porcentaje.
Existen solo dos países en el mundo con cesáreas por debajo del 15% que tienen
bajas tasas de mortalidad materno-infantil: Croacia y Kuwait. Ambos países son
criticados por la poca credibilidad epidemiológica de su información. Casi
todos los países con porcentajes inferiores a 15% tienen altos índices de
mortalidad materno-infantil. Por ello en las asociaciones de ginecoobstetras se
recomienda un porcentaje de 22%, aunque algunos llegan a 34% como tasa de
cesáreas para disminuir las complicaciones. El punto crítico es decidir cuáles
cesáreas son innecesarias. Y sí, los doctores son conservadores.
No se ha hecho un análisis de las normas ecuatorianas
vigentes que impiden procesos de parto más naturales y cálidos. Uno de los más
apremiantes es la prohibición de que familiares acompañen durante la labor de
parto y alumbramiento o cesárea a la mujer, esto no es por la poca humanidad de
los médicos sino por el hacinamiento y precariedad de infraestructura de los
hospitales en el país. Hace no mucho el presidente de la República reprendía al
Ministerio de Salud y los encargados de construir hospitales, porque no había
más cuartos múltiples. La queja por supuesto va en contra de las mejores normas
de construcción hospitalaria moderna, además de ser uno de los impedimentos más
importantes de privacidad, calidez y unión durante el tiempo de internación
hospitalaria. Justo una de las quejas de la Sra. Rivadeneira y su ley.
Se han gastado ya demasiados recursos en ese proyecto lleno
de prejuicios, de pocos datos y demasiados errores conceptuales. Pero además la
ley continúa el proceso de descrédito y estigmatización contra médicos sin
siquiera proponer formas de mejora del sistema de salud. Desde el nombre
podemos argumentar que la ley es un despropósito y lamentablemente intuir su
carácter demagógico e inútil. Es pretendida como ley orgánica, aunque por su
pobreza no le alcanza ni para ordinaria. El decir que es para “humanizar” el
parto desecha la labor cotidiana de la gran mayoría de profesionales de la
salud.
Ante la tragedia del terremoto que el país enfrenta, bien
haría la Asamblea en descartar esta ley que mal usa recursos cada vez más escasos
en Ecuador. Fue otra ley ampliamente cuestionada, la de comunicación, que pudo
contribuir al retroceso del periodismo televisivo que durante el sábado de la
mayor catástrofe nacional en décadas se dedicó a programas cómicos y dibujos
animados. Las leyes, si no ayudan deberían no entorpecer la labor de
periodistas y médicos, sobre todo en momentos de emergencia.
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