Por Laura Peraita
Las luces de la Navidad se miran con otros ojos cuando se
atraviesan las puertas de un hospital infantil. Sus pasillos se engalanan para
dar constancia de que es tiempo de adviento. Parecen hacer un esfuerzo por
tildar de luz y color el espíritu de las familias que en estas fechas han hecho
del centro hospitalario su hogar para acompañar a los niños allí ingresados.
De hecho, tal y como asegura Pilar Herreros, supervisora del
Servicio de Oncohematología y Trasplante del Hospital Niño Jesús de Madrid,
además de los adornos, es la época del año en que el hospital se llena de más
mascarillas. En un alarde de generosidad se permite la visita de muchos más
familiares de los pequeños pacientes. «Hermanos, tíos, abuelos, primos,
compañeros de colegio... Todos vienen a ver a los niños y deben ponerse
mascarillas para evitar que puedan traer microbios de la calle que puedan
perjudicarles».
Sentimientos encontrados
Lo normal es que las familias quieran pasar, al menos, la
Nochebuena, la Navidad, Nochevieja y Reyes Magos en sus casas, lejos del
hospital. Pero no siempre es así. «Los padres tienen sentimientos
contradictorios. Por un lado quieren disfrutar de una comida o cena familiar en
casa retomando una vida normalizada con sus hijos. Sin embargo, –matiza Pilar
Herreros– también les invade un sentimiento de temor e inseguridad por dudar si
sabrán reaccionar bien si el niño tiene unas décimas o no se encuentra bien.
Solo el personal médico es el que decide si el pequeño está en condiciones de
ir a casa una noche en una fecha tan señalada. Cuando es así las familias se
marchan con un arsenal de indicaciones para que el estado de salud no empeore».
Pero si no reciben el alta, los padres tragan saliva e
intentan convencerse de que no pasa nada y que lo más importante es que el niño
esté bien y no les vea tristes por ello. Además, si no pueden ir a casa por
Navidad, la Navidad va hasta ellos. Los familiares adornan las habitaciones e,
incluso colocan cintas de colores en los carritos de suero.
El 24 y el 31 de diciembre se permite, siempre que no lleven
dieta estricta, que las madres les lleven la cena preparada de casa a la
habitación. Algo diferente al menú que toman a diario en el hospital y que les
haga sentir que es un momento especial. También pueden quedarse el padre y la
madre a dormir con ellos, porque el resto del año solo se puede quedar uno. «Es
importante que los niños se sientan acompañados y se den cuenta de que sus
padres están ahí y se preocupan por ellos y por hacerles felices. El buen ánimo
–explica Pilar Herreros– es muy positivo para su proceso de curación».
Sin festival del colegio
No obstante, y sobre todo aquellos pacientes que son un poco
más mayores, sufren especialmente en estas fechas y quieren que las navidades
pasen cuanto antes porque echan de menos estar en el festival del colegio,
participar en la decoración de la clase, en las fiestas, pasear mirando las
luces de los escaparates, comprar figuritas para el Belén en los mercadillos callejeros...
«Lo increíble –apunta Pilar Herreros– es que estos chicos de 15 años no
confiesen estos sentimientos a sus padres porque no quieren que sufran por
ellos. Es el personal de enfermería que les acompaña diariamente al que
convierten en sus verdaderos confidentes para transmitirles sus dudas, pero
también sus miedos, su ira... Es una verdadera lección la que nos dan estos
niños que no quieren mostrar su cara más triste a sus padres porque sienten que
ya lo están pasando muy mal por culpa de su enfermedad».
Las doce uvas
Cuando llega la Nochevieja también hay cena especial que
llevan los padres. Y, como no, las uvas. Si los niños se han dormido antes de
las doce de la noche, las familias que pasan la noche con ellos se reúnen con
el personal de enfermería en una sala y se toman sus uvas al son de cada
campanada. El nuevo año comienza como terminó el pasado, con el firme deseo de
que los niños respondan a sus tratamientos y se pongan pronto sanos. Al final
se hace mucha piña entre unos y otros porque son muchas horas juntos y
demasiadas las emociones fuertes que comparten.
Durante el día también hay un ir y venir de personas y niños
de colegios que se preparan en el salón de actos del hospital para hacer
actuaciones de baile, magia, concursos... pero, sin duda, el día más mágico es
la tarde del 5 de enero.
El doctor Lucas de Mingo, cirujano del servicio cirugía
pediátrica, se «encarga» del rey Melchor. «Los trajes que llevan son una
verdadera maravilla y tienen muchos años. Al salón de actos pasan los tres
Reyes Magos y los niños les adoran porque saben que son los auténticos. Primero
se dirigen a ellos y a sus padres con un mensaje cargado de palabras de
esperanza porque nunca deben perder la ilusión de cumplir sus deseos y metas».
La visita de los Reyes Magos
Después, los niños suben al escenario y se colocan a su lado
o en sus rodillas para retratar el momento. Ninguno se queda sin foto. Más
tarde, sus Majestades pasan habitación por habitación saludando a cada niño
ingresado que no ha podido ir al salón de actos. Los Reyes les entregan su
regalo y todos los niños se lo agradecen con un fuerte abrazo, menos los más
pequeños que se asustan un poco al verlos.
Pilar Herreros explica que todos quieren juguetes. «No les
piden que se curen porque los niños son niños y no quieren desperdiciar que les
den un juguete, ya que no son conscientes de su enfermedad. Solo los más
mayores conocen el significado de palabras como cáncer».
Las madres son las que más se emocionan cuando ven a los
Reyes Magos que visitan a sus hijos. Es un encuentro muy entrañable y en sus
cartas ellas sí que piden un único deseo: la curación de sus pequeños.
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