La región tiene
la tasa más alta del mundo. La mitad de los partos en México, República
Dominicana, Brasil, Chile o Colombia son por esta técnica.
Por Irene Larraz,
México, 11 de
agosto del 2017.
Magali Gamba, una
treintañera argentina, escucha de fondo el reguetón que las enfermeras han
puesto en el quirófano, mientras la obstetra tantea su vagina y le pregunta:
“Esto está muy pegado, está difícil sacarla, ¿quién fue el bestia que te hizo
la anterior cesárea?”. Al final sacan a su hija con una segunda cesárea, se la
muestran de lejos y se la llevan rápidamente para darle leche de fórmula. Da
igual que ella haya pedido amamantarla y tenerla a su lado en cuanto naciera.
La obstetra se despide diciéndole: “Tenías razón, tu bebé tiene 39 semanas, no
41 como se pensaba”. La operación ha sido innecesaria.
Como en el caso
de Gamba, la mitad de las mujeres que hayan tenido un hijo hoy en México,
República Dominicana, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay o Ecuador habrá tenido
que pasar por una cesárea. Aunque no se sabe en cuántos casos el paso por el
quirófano era perfectamente evitable, la Organización Mundial de la Salud (OMS)
estima que solo entre el 10% y el 15% de las cesáreas están justificadas por motivos
médicos. El resto forma parte de un fenómeno que se ha convertido en pandemia.
La región de América Latina y el Caribe es la de mayor tasa de cesáreas del
mundo, según un estudio de la revista científica Plos One.
Entre 1990 y 2014
la tasa de cesáreas en América Latina y el Caribe aumentó del 23% al 42%. Y los
datos más actualizados de cada país muestran que la cifra sigue en aumento.
No se puede
hablar de una sola causa, advierte el doctor Bremen De Mucio, asesor regional
en Salud Sexual y Reproductiva de la Organización Panamericana de la Salud
(PAHO). Pero la más recurrente es sacar rentabilidad al parto. Además de que la
mayoría de hospitales privados cobran más por una cesárea, los doctores pueden
atender más alumbramientos si estos son programados y rápidos.
Para el
profesional es un procedimiento sencillo y sin complicaciones, y quiere
facilitar la tarea a sus pacientes. Además, la tolerancia al dolor ha
disminuido, relata De Mucio. "Cuando yo empecé como obstetra, las parteras
le decían a las mujeres: ‘Parirás con dolor, así dice la Biblia",
recuerda. Hoy, "en esta sociedad de la inmediatez", apunta que las
madres y los esposos de las parturientas piden a los médicos que les practiquen
la cesárea. "La gente piensa que los procedimientos y la anestesia son inocuos,
cuando en verdad ninguna intervención está exenta de riesgos", señala el
experto.
A esto se suma la
judicialización de la medicina, añade. “A los residentes de ginecoobstetricia
les dicen: ‘No se preocupen por hacer una cesárea de más, nunca te van a
demandar por una cesárea de más, pero sí por una de menos". Y así,
advierte De Mucio, los obstetras se han convertido en "cirujanos de
bisturí fácil".
República
Dominicana: 56,4%
En 2015, ante el
increíble aumento de cesáreas, la OMS revisó las tasas aceptables para este
procedimiento y concluyó que “las tasas de cesárea superiores al 10% no están
asociadas con una reducción en las tasas de mortalidad materna y neonatal”. Por
el contrario, “como en cualquier otra cirugía, la cesárea está asociada a riesgos
a corto y a largo plazo que pueden provocar complicaciones y discapacidades
significativas, a veces permanentes o incluso la muerte”, indica el reporte.
Es el caso de
República Dominicana, donde 71 mujeres murieron durante cesáreas en 2016, y las
infecciones ya son la segunda causa de muerte materna. En este país, en cuatro
de cada diez partos se practican cesáreas innecesarias. Y en las clínicas
privadas la cifra se dispara a nueve de cada diez.
El problema, dice
la doctora Lilliam Fondeurt, coordinadora de la oficina de género del
Ministerio de Salud Pública, es que “se han medicalizado los procesos de vida,
y las aseguradoras pagan lo mismo por una cesárea que por un parto
natural". Pero la diferencia es que, mientras en el primer caso se tarda
aproximadamente una hora, el trabajo de parto "no son menos de ocho".
Brasil: 55,5%
Al preguntar en
el grupo brasileño ‘Cesárea? Não, Obrigada!’ (‘¿Cesárea? ¡No, gracias!’) cómo
vivieron la cesárea involuntaria, se desata una veintena de reacciones. “Mi
embarazo siempre fue saludable y quería tener un parto vaginal, pero estaba
previsto para las mismas fechas que el mundial de fútbol (celebrado en Brasil
en 2016), y mi obstetra me insistió en que sería difícil conseguir un
anestesista en caso de que lo requiriera, así que, según ella, lo mejor era
programar una cesárea”, cuenta Micaela Fernández.
“Al llegar al
final de la gestación el médico empezó a amedrentarnos, contando historias en
las que el bebé murió porque la madre luchó hasta el final por tener un parto
natural”, añade Nina Borba. “Yo creía en ella, era mi ginecóloga desde la
adolescencia. Me dijo que mi bebé había ‘subido’ y que estaba ‘desencajado’,
por lo que había que hacer cesárea. La operación no empezó hasta muchas horas
después, y después descubrí que no era necesaria, ni mucho menos de urgencia.
Con el tiempo me di cuenta de que la grave alergia respiratoria que mi hijo
adquirió y que lo acompañó severamente hasta los dos años fue fruto de esa
cesárea de falsa indicación”, relata Silvana Sá.
La mayoría de las
mujeres que compartieron sus relatos de cesáreas afirman que o bien el médico
no les consultó y esperó su autorización, o no contaban con suficiente
información y fueron manipuladas por su obstetra.
En Brasil, donde
la tasa de cesáreas supera el 55%, hay además otros problemas añadidos. De
Mucio recuerda que la cantante Xuxa tuvo una cesárea y habló de ello como si
fuera algo aspiracional y se propagó así en la prensa. “Eso ha llevado a que
las mujeres de cierto estrato sociocultural hablen de que el parto natural es
de pobres y la cesárea, de ricos, lo cual es una barbaridad”, señala. En
Estados Unidos ya tiene nombre: ‘too posh to push’ (‘demasiado ricachona para pujar’).
Además, con la
cesárea los médicos prometen “que la vagina va a quedar chiquita y que se
podrán mantener características virginales que con el parto natural se
pierden”, añade De Mucio.
México: 45,2%
En México, a
pesar de que para el seguro social es más económico realizar partos naturales
que cesáreas, es una cuestión de rapidez y eficiencia, señala Karen Luna,
investigadora jurídica del Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE).
“Muchas veces no hay camas, ni médicos suficientes, y a veces las mujeres dan a
luz sentadas o en el suelo para hacer todo mucho más rápido", señala.
Además, agrega Luna, el personal médico no tiene la formación adecuada en
materia de derechos humanos ni de género, lo que según ella desemboca en
"violencia obstétrica".
Esto ha llevado a
que muchas mujeres prefieran planificar su parto. Tanto que en 2014 el 23,2% de
los partos fueron cesáreas de emergencia y el 23,1% programadas, según el Instituto
de Estadística (Inegi).
Luna recuerda el
caso de Liliana, que con 29 años acudió al Hospital General de Chetumal, en
Quintana Roo, con todas las condiciones para un parto vaginal. El médico
recomendó cesárea, y le advirtió de que si no lo hacía, él se podía “ir a dar
una vuelta” para revisar a todos sus pacientes y regresar al de una hora y media. "Si el bebé ya
tiene sufrimiento fetal es bajo su responsabilidad”, le advirtió. Así que
Liliana aceptó someterse a la intervención, y siete días después descubrió que
durante la cirugía le habían perforado la vejiga y la matriz y, como
consecuencia, tenían que extirparle el útero.
Roberto Castro,
sociólogo y académico de la Universidad Nacional Autónoma de México
especializado en práctica médica, explica que más allá de los casos extremos
hay otras formas más sutiles o naturalizadas de violación de los derechos
reproductivos. Por ejemplo, tratar de obtener el consentimiento para ser
esterilizadas a la vez que se les practica la intervención, no consultar a las
mujeres sobre las decisiones que se toman sobre sus cuerpos ignorar sus
solicitudes, o realizar una cesárea solo porque las salas están llenas o porque
hay algún quirófano disponible, entre otras.
Ecuador: 48,97%
Entre 2001 y 2013
el porcentaje de cesáreas se duplicó en Ecuador. Sin embargo, sólo la mitad
estaban respaldadas con informes paralelos de complicaciones maternas o fetales
en el sector público, y menos aún en el sector privado, dónde sólo se encontró
justificación médica para el 22% de los casos, según un estudio publicado por
la PAHO.
Los
investigadores encontraron que al menos 238.000 de estas intervenciones fueron
innecesarias, lo que supuso un gasto médico de más de 115 millones de dólares
estadounidenses para el sector privado y 92 millones para el sector público.
Una epidemia
‘contagiosa’
En Colombia
(45,93%), el ministro de Salud, Alejandro Gaviria, consideró la normalización
de las cesáreas como un fenómeno de “contagio social”, al igual que lo había
hecho antes la OMS, cuando advirtió que se están convirtiendo en una
“epidemia”. De hecho, en algunos departamentos, como el del Atlántico, el 70%
de las madres gestantes son llevadas al quirófano. “Las cifras sugieren que
muchas cesáreas son injustificadas, esto es, que constituyen un caso casi
paradigmático de sobretratamiento, lo cual tiene, en general, consecuencias
adversas sobre la salud de la población”, señaló el ministro en su blog. Pese a
que en 2014, la Federación Colombiana de Ginecología y Obstetricia definió los
protocolos para la racionalización del uso de la cesárea, estos no se han
aplicado.
En 2004, la
Cámara de Diputados de Argentina (32,9%) firmó la Ley de parto humanizado, que
exige a las instituciones sanitarias dar el tiempo necesario para el trabajo de
parto, si bien no se reglamentó hasta 11 años después. Ecuador discute una ley
similar en la Asamblea. En 2016, el gobierno de Perú (35,4%) anunció la puesta
en marcha del Observatorio del Nacido Vivo para auditar cuántos de las cesáreas
fueron indebidas. Por su parte, el Senado mexicano también solicitó a la
Secretaría de Salud un informe sobre las causas del aumento de cesáreas, que se
han duplicado en los últimos 12 años.
Sin embargo, son
todas iniciativas muy incipientes y con escasos resultados. De Mucio considera
que el único camino es cambiar que las mujeres empiecen a reclamar por qué se
les hizo una cesárea que no estaba indicada por razones médicas. “Los
profesionales mirarán mejor”, dice.
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