Por Pablo Guimón
Dublín, 27 de mayo del 2018
Irlanda rompió con su pasado,
culminó su modernización social y mandó un poderoso mensaje al mundo al
aprobar, por un contundente 66,4%, la legalización del aborto. El histórico
resultado del referéndum, nuevo hito en una corriente feminista global e
imparable, se celebró en Dublín por una generación joven y cosmopolita que toma
las riendas del último bastión del conservadurismo católico. El sí ganó en el
campo y en la ciudad, entre hombres y mujeres. El último tabú ha caído en un
país que, tras aprobar el matrimonio igualitario hace tres años, rechaza
definitivamente la injerencia de la Iglesia.
La contundencia del resultado,
66,4% frente a 33,6%, supone una histórica victoria de la Irlanda joven y cosmopolita.
La victoria representa un nuevo avance para el feminismo global, cuyos millones
de ojos estaban puestos desde hace días en este país de apenas 4,7 millones de
habitantes, en busca de más inercia para una ola que se antoja imparable. Y
entraña, por último, una aparatosa derrota de las poderosas fuerzas
ultraconservadoras globales, que habían volcado sus recursos en defender el
último fortín del catolicismo más reaccionario.
A las tres de la tarde del
sábado, la nueva Irlanda se congregaba ante el castillo de Dublín, donde tenía
lugar un recuento de los votos que iba constatando la aplastante victoria
anticipada la víspera por los sondeos a pie de urna. Los abrazos y las lágrimas
de emoción revelaban que ya nada iba a detener un momento que en todos los
corros se calificaba de “histórico”. Prominentes figuras de la campaña del no
ya habían reconocido su derrota.
Pasadas las seis de la tarde,
terminaba el recuento y revelaba que dos de cada tres votantes habían optado
por legalizar el aborto. La participación fue la más alta de los 21 plebiscitos
que se han celebrado en el país desde que en 1996 los irlandeses votaron por la
legalización del divorcio. Irlanda, donde un 78% de los ciudadanos se define
como católico, rechazó simbólicamente la intromisión de la Iglesia en los
asuntos sociales, meses antes de que el papa Francisco viaje al país, en la
primera visita papal desde 1979.
“Somos un país decente y
compasivo que se preocupa por sus ciudadanos. Este es el momento de la constatación
definitiva del cambio en Irlanda”, decía el diputado David Norris, de 72 años,
el primer cargo electo abiertamente gay del país, que pasará a la historia como
el hombre que logró la descriminalización de la homosexualidad en Irlanda en
1988.
El primer ministro, Leo Varadkar,
llegó al castillo de Dublín junto a Simon Harris, ministro de Sanidad y uno de
los héroes de la batalla por la despenalización del aborto. Fueron recibidos
con vítores. Harris anunció que el mismo martes pedirá formalmente al Gobierno
que apruebe su borrador de nueva normativa del aborto, para que se convierta en
proyecto de ley y pueda iniciar su tramitación parlamentaria. El líder del
Fianna Fáil, principal partido de la oposición, garantizó que los diputados de
su formación que apoyaron el no en la campaña, 32 de 44, “no se interpondrán en
el camino de la voluntad del pueblo irlandés”. El primer ministro dijo confiar
en que la nueva legislación esté aprobada antes de final de año.
La victoria del sí supone la
derogación de la Octava Enmienda, añadida en la Constitución de la República de
Irlanda tras un referéndum en 1983, que equipara el derecho a la vida de una
mujer embarazada con el de su feto. Esa es la base de una prohibición casi
total del aborto, incluso en casos de violación, incesto, anomalía fetal o
riesgo para la salud de la madre.
El restrictivo régimen legal
produjo una exportación del problema, como denunció la campaña del sí, a costa
del sufrimiento de las mujeres: cada año, cerca de 3.500 mujeres viajan al
extranjero a abortar y 2.000 más adquieren ilegalmente píldoras abortivas en
Internet, arriesgándose a penas de cárcel.
La propuesta del Gobierno, que
tramitará ahora el Parlamento, contempla el aborto legal en las primeras 12
semanas de gestación sin tener que justificar su decisión. Después, hasta las
24 semanas, las mujeres estarían autorizadas a abortar si su vida o su salud
estuvieran en riesgo o si el feto no pudiera sobrevivir fuera del cuerpo de la
madre. La campaña del no defendió que la propuesta del Gobierno va demasiado
lejos y oculta un “aborto a demanda”, pero lo cierto es que el texto
equipararía la normativa irlandesa con las de los principales países europeos.
“Lo siento. Espero que esto
absuelva la culpa de mi país”. El mensaje, escrito en una postal de la campaña
del sí por Triona Barrow, de 25 años, iba dirigido a Savita Halappanavar,
fallecida en 2012 de una septicemia, después de que se le negara la
interrupción de un embarazo que acabaría causándole la muerte. Su caso fue el
detonante para que muchas jóvenes decidieran sacar a la calle una rabia que
hasta entonces las consumía por dentro. El rostro de Savita, pintado en un
mural del centro de Dublín, amaneció este sábado cubierto de flores y mensajes.
Confiada en que el recuento
confirmaría la aplastante victoria, como haría horas después, Triona llevó su
mensaje a Savita con un ramo de flores a primera hora de la mañana. “Estamos
ante una Irlanda nueva”, decía, cubierta de lágrimas de emoción. “Esto quiere
decir que la sociedad por fin se fía de las mujeres. Lo siento, no puedo parar
de llorar, creo que estaré así todo el día”, advertía.
Triona había votado en Roscommon,
el pueblo donde nació, en el único condado que votó no al matrimonio igualitario
en 2015, convertido en símbolo de la Irlanda rural y reaccionaria. El sábado,
hasta en Roscommon ganó el sí (57%). Las líneas que separaban la Irlanda
cosmopolita de la conservadora y católica se difuminaron. En la Irlanda rural
ganó el sí. Solo en una circunscripción, la de Donagal, se impuso el no, y lo
hizo por solo un 51,87%.
El sí ganó entre las mujeres y
entre los hombres. Ganó en todos los grupos de edad, excepto entre los mayores
de 65 años. La incorporación al censo electoral de miles de jóvenes que no
pudieron votar hace tres años es uno de los factores que explican los casi
cuatro puntos más que cosechó el sí en este referéndum respecto al del
matrimonio igualitario de 2015. La barrera de la edad es la única que quedó un poco
en pie el sábado en Irlanda, y es una barrera que inexorablemente cae con el
tiempo.
El viernes por la noche la
emoción por la victoria apenas se disimulaba en el Pantibar, templo de la noche
gay dublinesa, donde la bandera del arco iris ondeaba sobre dos enormes murales
por el sí. Al borde de la medianoche, el DJ paró la música y conectó con la
televisión pública para que el público escuchara los resultados del segundo
sondeo a pie de urna: el sí ganaba por goleada. Los fieles irrumpían en un
jubiloso estruendo, antes de bailar desatados al ritmo irónico de Las chicas
solo quieren divertirse, de Cindy Laupper, y Fe, de George Michael. “Esto es
enorme”, opinaba Maureen Ryan, de 26 años, con los pies doloridos tras las
duras jornadas de campaña. “Es una Irlanda nueva, moderna y compasiva. La lucha
no ha terminado, aún hay conquistas pendientes, pero es un inmenso paso
adelante”.
El histórico voto por la
legalización del aborto en la República de Irlanda redobla la presión sobre Irlanda
del Norte, la nación británica con la que comparte isla. Irlanda del Norte
mantiene un extremadamente estricto régimen del aborto, que no está permitido
ni siquiera en casos de violación, incesto o anomalía fatal del feto. La
secretaria de Estado británica de Mujer e Igualdad, Penny Mordaunt, dijo el
sábado que la contundente victoria del sí al sur de la frontera trae
“esperanza” a Irlanda del Norte.
La legalización el aborto en la
República de Irlanda facilitará el trámite a las norirlandesas condenadas a
viajar para abortar, que podrán hacerlo en un futuro próximo por carretera. En
2016, más de 700 mujeres norirlandesas cruzaron el mar de Irlanda para terminar
sus embarazos en Inglaterra.
Promover un cambio en la
legislación del aborto en Irlanda del Norte es un asunto delicado, en la medida
en que el mayoritario Partido Unionista Democrático (DUP), extremadamente
conservador en cuestiones sociales, es el sustento del Gobierno de Theresa May,
desde que la primera ministra británica perdió la mayoría absoluta en las
elecciones del año pasado. Figuras de los principales partidos británicos se
pronunciaron el sábado a favor de una reconsideración de la estricta normativa.
Pero el DUP dejó claro que
revisarla no entra en sus planes. Irlanda del Norte “no debe ser presionada a
aceptar un aborto a demanda”, dijo Ian Paisley, diputado del DUP en Westminster
e hijo del fundador del partido.
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