lunes, 30 de agosto de 2021

La India, donde los hombres no aman a las mujeres (Parte I)

 

Jaya habla con las enfermeras del hospital Medicare de Pune mientras juega con su coleta

Por Bernat Parera

Jaya nació mujer y tuvo la osadía de no parir un varón. El día que dio a luz escuchó las tres palabras que más la aterraban: “Es una niña”. Durante los siguientes meses su marido le recordó a puñetazos que él quería un niño, hasta que eso le pareció insuficiente y le arrojó una lata de ácido en la cara y el cuerpo.

Las manos pequeñas y nudosas de la enfermera Seema se afanan en hacerle una coleta a Jaya. Alta, delgada, morena, joven. Su rostro está partido en dos mitades por el ácido. Jaya lleva varias semanas postrada en una cama del hospital Medicare, de Pune, en el centro médico del doctor Rakh. Sus manos, pegadas a su pecho, no sirven, apenas tienen movilidad. Han pasado 13 años

El ácido es un líquido perverso; cuando somos atacados, el sentido común nos pide apretarnos, hacernos bola, comprimirnos hasta minimizar la superficie expuesta de nuestro cuerpo. Pero esa sustancia no solo quema la piel, también derrite la carne. Si nuestro brazo está pegado a nuestro tronco, el ácido los unirá; si nuestro mentón está apretado contra nuestro pecho, el ácido los fundirá. Una sola lata puede convertir a una mujer en una maraña de piel y carne.

Solo 30 rupias —apenas medio euro— cuesta un litro de esta clase de venganza en la India. El Tribunal Supremo reguló la venta de ácido, y desde entonces al cliente se le requiere identificarse y establecer el propósito de la compra, pero como con muchas otras leyes en el país, no ha podido implementarse y el líquido se consigue libremente en las calles. Si, además, añadimos unos centenares de rupias más la policía te escribe un informe que te deja libre de toda sospecha.

Mientras el ácido se cebaba con la carne de su esposa, el marido la encerró en un cuarto y la dio por muerta. Horas más tarde, al darse cuenta de que seguía respirando, y asustado ante la perspectiva de acabar en la cárcel, la llevó a un hospital. “En el atestado policial escribieron accidente doméstico. Mientras estaba inconsciente utilizaron mi pulgar para firmarlo”, relata Jaya.

Salvarle la vida costó a sus padres el dinero que no tenían. Jornaleros sin tierra, para afrontar la factura de la operación vendieron lo poco que poseían y se endeudaron: una vaca y un préstamo a devolver en tres vidas. 40.000 rupias —unos 490 euros—.

En la India, 25 mujeres son atacadas con ácido cada mes según datos oficiales. En numerosas ocasiones el dowry —la dote matrimonial— está detrás de estos ataques. En el intento de homicidio de Jaya no solo se encuentra el castigo por haber engendrado a una niña. A su familia política siempre le parecieron insuficientes las 35.000 rupias (unos 430 euros) de dowry que pagaron sus padres por casarla con su primo hermano.

Hace ahora cinco años, Jaya se encontraba postrada en una cama de la unidad de cuidados intensivos y vestía un camisón rojo gastado con el nombre del hospital bordado en letras amarillas. Sentado a los pies de la cama, su hermano Satish mataba el tiempo ayudando a cuadrar las cuentas de la farmacia del hospital. Llevaban ya días allí, esperando a que la mujer reuniera las fuerzas suficientes para aguantar una de las muchas cirugías que iban a desenmarañar su cuerpo. Estaba tan débil que las enfermeras tenían que cogerle la sangre de los tobillos.

Hacía ya más de 10 años del nacimiento de su hija y del ataque, y su largo periplo para recuperar la movilidad de su cuerpo recién empezaba. “Mi marido debería estar en prisión. Mi marido y mi suegra”, se quejaba desde su cama.

 

No es un país para niñas

A la India le faltan más de 63 millones de niñas. Más que la población de España y Portugal juntas. Años de abortos selectivos e infanticidios y el hecho de que las familias dejan de tener hijos cuando obtienen uno varón han producido esta situación anómala. La prevalencia sobre un chico a la hora de alimentarlo o vacunarlo ha hecho que las menores de cero a cinco años tengan un 50% más de posibilidades de morir que los niños de su misma edad, tal y como informaban los periodistas ganadores de un premio Pulitzer Nicholas D. Kristof y Sheryl WuDunn en su libro Half the Sky. How to change the world. Cada cuatro minutos una niña muere a causa de la discriminación.

Detrás de este generocidio se esconden algunas de las tradiciones del subcontinente. India ha avanzado desde la prohibición del sati —la quema de viudas en la pira funeraria de su marido— que se abolió por completo en 1987. Pero la prohibición del dowry no ha surtido efecto y este sigue siendo norma en las bodas a lo largo y ancho del país, y de sus vecinos Pakistán y Bangladés. Para las familias humildes, tener una hija o más puede suponer la bancarrota.

A pesar de que el Gobierno indio ilegalizó las ecografías para determinar el sexo de los fetos en 1994, en los últimos años los abortos de niñas se han incrementado. La determinación del sexo es un negocio lucrativo. “Paga ahora, ahorra luego” es el eslogan utilizado por algunas de las clínicas clandestinas que lo realizan. En marzo de 2017, a unos 200 kilómetros al sur de Pune, la policía encontró una bolsa de plástico con 19 fetos de niñas cerca de un centro sospechoso de realizar abortos selectivos.

En el estado de Maharashtra —donde se encuentra el hospital del doctor Ganesh Rakh— de 2001 al 2011 el número de niñas de cero a seis años por cada 1.000 niños pasó de 913 a 894. La Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que una sociedad sana debería tener 952 niñas por cada 1.000 niños.

Durante el embarazo, algunas familias confían en curanderos que a cambio de unas rupias aseguran el nacimiento de un hijo varón. El doctor Rakh cuenta de una pareja que acudió al hospital a dar a luz. “Cuando la bebé nació montaron en cólera y acusaron a las enfermeras de haberles cambiado al niño por una niña. Les tuvimos que mostrar todo el hospital para que vieran que no había otros recién nacidos ese día, y se calmaran”.

Al Norte, en Haryana, el Estado del país con las peores ratios entre hombre y mujeres, el Avivahit Purush Sangathan (Sindicato de Hombres Solteros) ofreció a los políticos de los distintos partidos sus votos a cambio de esposas, según han documentado distintos medios de comunicación nacionales. Haryana es uno de los epicentros del tráfico de mujeres en la India, compran menores de edad en los estados del Este y las venden como esposas.

Una mujer fue violada en el país cada 13 minutos. Seis mujeres fueron abusadas sexualmente en grupo todos los días. Una novia fue asesinada por el dowry (dote) cada 69 minutos. 19 mujeres fueron atacadas con ácido cada mes.

FUENTE: https://elpais.com/planeta-futuro/2021-08-30/las-1700-ninas-del-doctor-rakh.html

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