La compañía Teatro Motus, de Quebec, ofreció dos
funciones de su obra Baobab en la localidad de San José Bernalejo, municipio de
Irapuato, cerca de Guanajuato, México, el día viernes 11 de octubre del 2013.
Esta compañía presenta obras dirigidas a los niños y con esta se inauguraron
las visitas del Festival Cervantino a las comunidades de Guanajuato.
Los miembros de la compañía llegaron a la comunidad
hacia las 5:20 de la tarde. Unas doscientas personas les esperaban en un
descampado desde donde se podía observar a lo lejos la ciudad de Irapuato. Al
llegar, la gente del pueblo y de otras tres comunidades cercanas se asombró
ante el aspecto singular de los recién llegados. La gente de la compañía procedió
a montar su escenografía, preparar su material, instrumentos y vestuario, ante
la mirada atenta de los lugareños, especialmente de los niños.
Hacia las 6:30 comenzó la función: dos personas
negras, un hombre y una mujer, y una mujer blanca, vestidos con ropas
tradicionales del oeste africano, de la región de Mali y Costa de Marfil, tocaron
y bailaron. El hombre, con rastas y un sombrero indescriptible, tocó un
instrumento semejante a una marimba, pero después desmontó la parte de las
teclas y se las colgó al cuello, a la manera de una guitarra, y siguió tocando.
La mujer blanca tocó un arpa africana y la otra mujer bailó y cantó. Hizo un
juego con los nombres de los niños, preguntándoles cómo se llamaban y cantando
con su nombre.
Después contó la historia de un niño, nacido de un
huevo, que debe pasar pruebas para rescatar el agua (una historia tradicional
africana), con vestuario e implementos para dar vida a un avestruz y a un
mandril. El niño que protagonizaba la historia era una marioneta manejada por
la directora de la compañía. La música acompañó al cuento y los instrumentos se
usaban para hacer efectos de sonido en algunos momentos de la historia.
El Programa Cervantino para Todos es un esfuerzo
para llevar estos espectáculos al ámbito comunitario acercando a la gente a ver
funciones en escuelas, asilos y cárceles, llevando espectáculos a gente que
usualmente no forma el público habitual del festival por la imposibilidad de
asistir, porque no pueden pagar la entrada o porque, quizás, parecían no tener
interés en ir a verlo pero que, al encontrarlo en su comunidad, descubren un
mundo de posibilidades que ignoraban.
En Bernalejo entre 250 y 300 personas presenciaron la
función. La gente se mostró asombrada, alegre, expectante y, al final,
satisfecha. Había una gran cantidad de niños que escucharon con atención el
desarrollo de la obra y participaron cuando se les pidió hacerlo. Cuando la
obra, montada entre maleza, vacas, perros y borregos, cuyos balidos se
mezclaban ocasionalmente con la música de la función, terminó, se escuchó un
aplauso sincero, agradecido y entusiasta.
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