jueves, 4 de febrero de 2010

Increíble... pero, ¿es cierto?

LAS "BENDICIONES OCULTAS" DE LA GUERRA MODERNA

Por Barrett Sheridan
Newskeek, 31 de enero del 2010

Sin duda la guerra es un infierno, pero parece que el infierno no es tan malo para la salud, después de todo. Según un reciente estudio, la tasa de mortalidad registrada durante los conflictos armados de la década de 1970 disminuyó. Claro, esto no significa que la guerra, por sí sola, conduzca a una mayor expectativa de vida. Todo lo contrario, la principal causa de dicha mengua es que el conflicto se ha convertido en motor de grupos humanitarios internacionales que incrementan sus esfuerzos en las naciones pobres y han realizado, en muy poco tiempo, verdaderos milagros en salud pública. Tomemos el caso de la República Democrática del Congo, donde apenas 20 por ciento de los niños recibió la vacuna contra el sarampión en 1997, cuando inició una década de guerra civil. Para el año 2007, la cifra había saltado a 80 por ciento. Y la medición de otras iniciativas de salud, desde tratamiento para desnutrición hasta distribución de mosquiteros, apunta a un curso similar. “Vivir en un campamento para refugiados nada tiene de divertido”, señala Andrew Mack, profesor de la Universidad Simon Fraser y principal autor del estudio. “Pero la tasa de mortalidad de muchos de esos campamentos es menor que antes de la guerra”. Por supuesto, eso no es motivo para congratularnos por la guerra, pero sí para derivar cierto consuelo en el hecho de que la cuenta de víctimas es menor.