jueves, 29 de diciembre de 2016

Donald Henderson (07 de septiembre de 1928 - 19 de agosto de 2016)

El doctor Henderson (a la derecha) examinando la cicatriz de la vacunación contra la viruela del brazo de un niño de Etiopía.

El doctor Henderson (a la izquierda) predicando con el ejemplo.

Donald Aislie Henderson McMillan fue un médico estadounidense, educador y epidemiólogo que dirigió un esfuerzo internacional de diez años (1967-1977) que erradicó la viruela en el mundo y lanzó programas internacionales de vacunación infantil. Entre 1977 a 1990, fue decano de la Escuela de Salud Pública de Johns Hopkins. En 1991, fue nombrado Director Asociado de Ciencias de la Vida de la Oficina de Política Científica y Tecnológica, dependencia ejecutiva del Presidente (1991-1993) y, más tarde, fue asistente del Secretario Adjunto y Asesor Científico Senior en el Departamento de Salud y Servicios Humanos. Posteriormente, después del 11 de septiembre del 2001, desempeñó un papel destacado en la promoción de programas nacionales de preparación y respuesta a la salud pública después de ataques biológicos y desastres nacionales en la Oficina de Preparación para la Salud Pública (más tarde llamada Oficina del Subsecretario de Preparación y Respuesta). En el momento de su muerte, era Profesor y Decano Emérito de la Escuela de Salud Pública de Johns Hopkins Bloomberg y Profesor de Medicina y Salud Pública de la Universidad de Pittsburgh, además de Distinguished Scholar del Centro de Seguridad de la Salud (UPMC) y se desempeñaba como Editor Emérito de la revista académica Health Security (antes Bioseguridad y Bioterrorismo: Estrategia Biodefensa, Práctica y Ciencia).

Henderson nació en Lakewood, Ohio, Estados Unidos, a principios de septiembre de 1928, hijo de padres inmigrantes canadienses-escoceses. Su padre, David, era ingeniero, su madre, Eleanor McMillan, enfermera. Su interés en la medicina fue inspirado por un tío canadiense, William McMillan, que era médico general y miembro de la Cámara de los Comunes de Canadá.

Henderson se graduó en el Colegio Oberlin en 1950 y recibió su Doctorado de Medicina de la Rochester School of Medicine en 1954. Fue Médico Residente del Hospital Mary Imogene Bassett en Cooperstown, Nueva York y, más tarde, Oficial de Servicios de Salud Pública en el Servicio de Inteligencia Epidemiológica del Centro de Enfermedades Transmisibles (ahora llamado Centro para el Control y Prevención de Enfermedades o CDC, por sus siglas en inglés). Obtuvo el grado de MPH en 1960 de la Escuela Johns Hopkins de Higiene y Salud Pública (ahora llamada Escuela Johns Hopkins Bloomberg de Salud Pública)
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La erradicación de la viruela

Henderson sirvió como Jefe de los Programas de Vigilancia de Enfermedades por virus del CDC entre 1960 a 1965, trabajando en estrecha colaboración con el inspirado epidemiólogo Dr. Alexander Langmuir. Durante ese período, él y su unidad desarrollaron una propuesta para el Programa de Ayuda de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) para eliminar la viruela y el sarampión durante un período de 5 años en 18 países contiguos de África Occidental y Central. Ese proyecto fue financiado por la USAID, con operaciones de campo a partir de 1967.

La iniciativa de la USAID dio un importante impulso al programa de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para erradicar la viruela en todo el mundo en un período de 10 años. En 1966, Henderson se trasladó a Ginebra para convertirse en director de la campaña. En ese momento, la viruela estaba ampliamente diseminada en todo Brasil y en 30 países de África y Asia meridional. Más de 10 millones de casos y 2 millones de muertes ocurrían anualmente. La vacunación trajo cierto control, pero la estrategia clave fue "vigilancia-contención". Esta técnica conllevaba una rápida notificación de los casos de todas las unidades de salud y la rápida vacunación de los miembros del hogar y contactos cercanos de los casos confirmados. El personal de la OMS y los asesores de unos 73 países trabajaron estrechamente con el personal nacional. El último caso ocurrió en Somalia, el 26 de octubre de 1977, sólo 10 años después del inicio del programa. Tres años más tarde, la Asamblea Mundial de la Salud recomendó la descontinuación de la vacunación contra la viruela.

La viruela es la primera enfermedad humana alguna vez erradicada. Este éxito dio impulso al Programa Ampliado Mundial de Inmunización de la OMS, que se dirigió contra otras enfermedades prevenibles por vacunación, como poliomielitis, sarampión, tétanos, difteria y tos ferina. Ahora están comprometidos a erradicar la poliomielitis y la enfermedad del gusano de Guinea. Después de 25 años, este objetivo está cerca de alcanzarse.


 

«Ver en el hospital el lado bonito de la Navidad es muy difícil»





Por Laura Peraita

Las luces de la Navidad se miran con otros ojos cuando se atraviesan las puertas de un hospital infantil. Sus pasillos se engalanan para dar constancia de que es tiempo de adviento. Parecen hacer un esfuerzo por tildar de luz y color el espíritu de las familias que en estas fechas han hecho del centro hospitalario su hogar para acompañar a los niños allí ingresados.

De hecho, tal y como asegura Pilar Herreros, supervisora del Servicio de Oncohematología y Trasplante del Hospital Niño Jesús de Madrid, además de los adornos, es la época del año en que el hospital se llena de más mascarillas. En un alarde de generosidad se permite la visita de muchos más familiares de los pequeños pacientes. «Hermanos, tíos, abuelos, primos, compañeros de colegio... Todos vienen a ver a los niños y deben ponerse mascarillas para evitar que puedan traer microbios de la calle que puedan perjudicarles».

Sentimientos encontrados

Lo normal es que las familias quieran pasar, al menos, la Nochebuena, la Navidad, Nochevieja y Reyes Magos en sus casas, lejos del hospital. Pero no siempre es así. «Los padres tienen sentimientos contradictorios. Por un lado quieren disfrutar de una comida o cena familiar en casa retomando una vida normalizada con sus hijos. Sin embargo, –matiza Pilar Herreros– también les invade un sentimiento de temor e inseguridad por dudar si sabrán reaccionar bien si el niño tiene unas décimas o no se encuentra bien. Solo el personal médico es el que decide si el pequeño está en condiciones de ir a casa una noche en una fecha tan señalada. Cuando es así las familias se marchan con un arsenal de indicaciones para que el estado de salud no empeore».

Pero si no reciben el alta, los padres tragan saliva e intentan convencerse de que no pasa nada y que lo más importante es que el niño esté bien y no les vea tristes por ello. Además, si no pueden ir a casa por Navidad, la Navidad va hasta ellos. Los familiares adornan las habitaciones e, incluso colocan cintas de colores en los carritos de suero.

El 24 y el 31 de diciembre se permite, siempre que no lleven dieta estricta, que las madres les lleven la cena preparada de casa a la habitación. Algo diferente al menú que toman a diario en el hospital y que les haga sentir que es un momento especial. También pueden quedarse el padre y la madre a dormir con ellos, porque el resto del año solo se puede quedar uno. «Es importante que los niños se sientan acompañados y se den cuenta de que sus padres están ahí y se preocupan por ellos y por hacerles felices. El buen ánimo –explica Pilar Herreros– es muy positivo para su proceso de curación».

Sin festival del colegio

No obstante, y sobre todo aquellos pacientes que son un poco más mayores, sufren especialmente en estas fechas y quieren que las navidades pasen cuanto antes porque echan de menos estar en el festival del colegio, participar en la decoración de la clase, en las fiestas, pasear mirando las luces de los escaparates, comprar figuritas para el Belén en los mercadillos callejeros... «Lo increíble –apunta Pilar Herreros– es que estos chicos de 15 años no confiesen estos sentimientos a sus padres porque no quieren que sufran por ellos. Es el personal de enfermería que les acompaña diariamente al que convierten en sus verdaderos confidentes para transmitirles sus dudas, pero también sus miedos, su ira... Es una verdadera lección la que nos dan estos niños que no quieren mostrar su cara más triste a sus padres porque sienten que ya lo están pasando muy mal por culpa de su enfermedad».

Las doce uvas

Cuando llega la Nochevieja también hay cena especial que llevan los padres. Y, como no, las uvas. Si los niños se han dormido antes de las doce de la noche, las familias que pasan la noche con ellos se reúnen con el personal de enfermería en una sala y se toman sus uvas al son de cada campanada. El nuevo año comienza como terminó el pasado, con el firme deseo de que los niños respondan a sus tratamientos y se pongan pronto sanos. Al final se hace mucha piña entre unos y otros porque son muchas horas juntos y demasiadas las emociones fuertes que comparten.

Durante el día también hay un ir y venir de personas y niños de colegios que se preparan en el salón de actos del hospital para hacer actuaciones de baile, magia, concursos... pero, sin duda, el día más mágico es la tarde del 5 de enero.

El doctor Lucas de Mingo, cirujano del servicio cirugía pediátrica, se «encarga» del rey Melchor. «Los trajes que llevan son una verdadera maravilla y tienen muchos años. Al salón de actos pasan los tres Reyes Magos y los niños les adoran porque saben que son los auténticos. Primero se dirigen a ellos y a sus padres con un mensaje cargado de palabras de esperanza porque nunca deben perder la ilusión de cumplir sus deseos y metas».

La visita de los Reyes Magos

Después, los niños suben al escenario y se colocan a su lado o en sus rodillas para retratar el momento. Ninguno se queda sin foto. Más tarde, sus Majestades pasan habitación por habitación saludando a cada niño ingresado que no ha podido ir al salón de actos. Los Reyes les entregan su regalo y todos los niños se lo agradecen con un fuerte abrazo, menos los más pequeños que se asustan un poco al verlos.

Pilar Herreros explica que todos quieren juguetes. «No les piden que se curen porque los niños son niños y no quieren desperdiciar que les den un juguete, ya que no son conscientes de su enfermedad. Solo los más mayores conocen el significado de palabras como cáncer».

Las madres son las que más se emocionan cuando ven a los Reyes Magos que visitan a sus hijos. Es un encuentro muy entrañable y en sus cartas ellas sí que piden un único deseo: la curación de sus pequeños.


 

lunes, 26 de diciembre de 2016

La Neonatología en América del Sur



Imágenes de bebés recién nacidos en el Hospital Domingo Guzmán Lander en la ciudad de Barcelona, capital del estado de Anzoátegui de Venezuela.

Mini-guantes




Por Vikki Ortiz

Reportera del Chicago Tribune

Algunas tradiciones se transmiten deliberadamente de una generación a la siguiente. Otras pueden comenzar inesperadamente, como un gesto de esperanza.

Ese fue el caso hace tres años, en la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales (UCIN) del Prentice Women’s Hospital de Chicago en el estado norteamericano de Illinois, cuando Barb Alvarado encontró llorando a una pareja en el área de recepción del hospital luego de recibir noticias desalentadoras sobre su hijo prematuro. Alvarado sabía muy bien lo que los padres debían estar sintiendo. Su hijo, Gabriel, nació muchas semanas antes del término, pesando 952 gramos, y se le dio solamente un 50 por ciento de probabilidades de sobrevivir.

Sin embargo, en unas semanas Gabriel mejoró, fue trasladado fuera de la sala de los bebés más críticamente enfermos y se estaba preparando ya para ir a casa. Así que Alvarado corrió a la incubadora de su hijo, arrancó un par de pequeños guantes de boxeo azules que colgaban sobre el bebé y se los entregó a la sufrida pareja.

"Les dije: Cuando mi cuñada me dio estos guantes, los pusimos encima de la incubadora y todos los días me recordaban que Gabriel era más fuerte de lo que parecía", recordó Alvarado. "Espero que traigan (a su bebé) los mismos resultados que trajeron a Gabriel".

Alvarado no lo sabía entonces pero había nacido una tradición.

Al año siguiente, los entonces afligidos padres regresaron a la UCIN con unos 80 pares de guantes de boxeo en miniatura para cada uno de los padres que tenían niños hospitalizados ahí. Los padres planean distribuir los guantes de nuevo este fin de semana.

March of Dimes también comenzó a distribuir guantes de boxeo a las familias de niños bebés gravemente enfermos o prematuros ingresados en la UCIN del Prentice. Los guantes de los padres de Aria y los de March of Dimes son rojos y los padres se los pueden llevar cuando lo deseen. Los guantes de Gabriel eran azules y hoy se consideran un accesorio permanente en la UCIN del Prentice.

Alvarado dijo que estalló en lágrimas cuando, en una reunión de la UCIN llevada a cabo meses después de que Gabriel fue dado de alta, las enfermeras convocaron a todos los padres que habían usado los guantes -muchos de los cuales la saludaron con gratitud y abrazos. Ella ahora está trabajando para comenzar una organización sin fines de lucro que suministrará permanentemente guantes de boxeo a la UCIN del hospital y también trabajará para contactar a los padres de los bebés prematuros para que puedan apoyarse unos a otros.

Meses más tarde, cuando su bebé fue dado de alta, la pareja que había recibido el regalo de Alvarado entregó los guantes a otro grupo de padres que, finalmente, los entregó a otro y hoy la práctica continúa. El personal médico de la UCIN estima que los guantes de Gabriel han vigilado al menos a una docena de bebés prematuros en el Prentice.

Aimee Mayuga y Jason Farrer se sintieron inspirados cuando una enfermera explicó el significado detrás de los guantes que colgaban sobre la incubadora de otro bebé en el año 2013, al mismo tiempo que su hija, Aria, estaba luchando por su vida después de haber nacido 15 semanas antes del término.

"Me sorprendió lo mucho que el símbolo realmente significaba para las familias", dijo Jessica Bowen, especialista de apoyo familiar para March of Dimes, quien vio esta nueva tradición en el Prentice. "Estos bebés están luchando por sus vidas y los padres realmente usan los guantes como un símbolo de fuerza y ​​valor para toda su familia para superar la experiencia".

Como en el estado de Illinois solamente uno de cada diez bebés nace prematuro, la mayoría de los padres no esperan encontrarse en la situación de vigilar a un bebé frágil en una UCIN. Bowen ayuda a las familias a aprender cómo comportarse ahí, a entender la nutrición infantil y participar en Kangaroo Care -una práctica que fomenta el contacto piel a piel con un padre y un bebé en un esfuerzo para calmar al bebé y promover el desarrollo.

Hoy, los guantes de Gabriel cuelgan sobre la incubadora de Priya Worsham, que nació el 2 de noviembre del 2016, a las 26 semanas de gestación pesando solo 616 gramos. Su madre, Tinesha, dijo que el bebé ha recorrido un largo camino en las últimas semanas, no necesita ya medicamentos para la presión arterial y crece de manera constante.

Worsham dijo estar agradecida por los guantes, que dan esperanza después de noches de estar despiertos con preocupación, de largos días en el hospital y de responderse preguntas agotadoras, tales como: "¿Qué hice mal?" Ahora, no puede esperar su turno para seguir la tradición.

"Sólo el hecho de que alguien me los diera impide que me aferre a ellos", dijo. "Necesitaba ese estímulo, la próxima persona podría necesitarlos también".