miércoles, 19 de septiembre de 2018

La mejoría en la atención en salud pasa por la cantidad pero también por la calidad


La mala atención sanitaria mata más que la falta de ella



Por Patricia Peiró

Un familiar va a un hospital porque tiene un dolor. El médico no es capaz de hacer un diagnóstico correcto o no dispone del material necesario para tratarle. Como consecuencia, muere. Ha tenido acceso a un doctor, pero el resultado ha sido el mismo que si no hubiera sido así. Según un estudio en 137 países coordinado por Margaret E. Kruk, profesora de Salud Global en Harvard, la atención médica deficiente mata al año a cinco millones de personas, y la falta de ella, a 3,6 millones. El informe publicado en The Lancet ha recogido los datos de 2016 de 137 países. En total, el estudio concluye que 8,6 millones de muertes fueron evitables y que en un año fallecieron por causas achacables a deficiencias o ausencia del sistema de salud ocho veces más personas que aquellas que murieron por VIH-sida.

"Durante años la estrategia ha estado destinada a promover que haya cobertura sanitaria y la gente la use, pero ahora nos encontramos que la gente va a la clínica y tiene este tipo de resultados, lo cual es un desperdicio de tiempo y de confianza de los pacientes", asegura Kruk en una conversación telefónica. El número de muertes atribuidas a una mala atención sanitaria suponen el 58% de los decesos en los países analizados. "La expansión de la cobertura sanitaria sigue siendo esencial, pero si no va acompañada de medidas de calidad, la sanidad universal será un mito sin sentido", sentencia el editorial de The Lancet. "El sistema de salud debe ser un asunto de Estado, no solo del ministro de Sanidad", reafirma la investigadora.

Hace menos de un año, la comunidad internacional debatía en la Asamblea de la ONU sobre el objetivo de desarrollo sostenible marcado para 2030: la cobertura universal de salud. Este estudio viene a poner el foco no solo en la cantidad, sino también en la calidad. Ya entonces Chris Elias, presidente de Salud Global de la Fundación Bill y Melinda Gates, resaltaba que no se puede invertir el dinero a ciegas y que hay que basarse en mediciones fiables.

De los 8,6 millones de muertes, tres millones ocurrieron por deficiencia o falta de cobertura médica y se concentraron en la región del sur de Asia; de éstos casi dos millones se debieron a una atención deficiente. Esto obedece a dos motivos simples: es la zona que combina más población y más acceso al sistema de salud. En la mayoría de los casos analizados en el informe, el personal no tuvo conocimientos o equipamiento para atender correctamente a pacientes con problemas cardiovasculares, seguido de aquellos que sufrían dolencias para las que ya existen vacunas y por problemas de los neonatos. La mitad de las muertes se debieron a causas múltiples como tuberculosis, accidentes de tráfico, problemas en el parto y HIV-sida.

"En España o en Estados Unidos cualquier mujer va a dar a luz va a un hospital, donde hay posibilidad de solucionar problemas como una infección. En los países con más mortalidad se actúa de otro modo, la mayoría de madres paren en pequeñas clínicas y esperan que, si hay algún contratiempo, les dé tiempo a llegar a un hospital. Algo que obviamente no sucede. Tenemos que dejar de asumir que cualquier clínica puede hacer cualquier cosa y tener expectativas reales, como ir directamente al hospital y no cuando la mujer ya está desangrándose", puntualiza Kruk.

La investigación pone ejemplos de modelos exitosos como Ruanda que, en menos de 20 años, ha pasado de una esperanza de vida de 48 años a 67. En ese país africano, al igual que en Tailandia y Costa Rica, han conseguido mejoras en la supervivencia materno-infantil gracias a la combinación de mejoras y expansión del sistema. Tal y como afirmaba en un artículo la exministra de Salud ruandesa, Agnes Binagwaho, la atención médica en su país llega al 90% de la población, más del 90% de los pacientes con VIH siguen un régimen farmacológico estable y el 93% de los niños están vacunados contra enfermedades infecciosas.

La experta de Harvard señala dos claves de mejora para reorientar los objetivos de salud: "La formación de profesionales en muchos de estos países sigue un modelo atrasado. Saben hacer muy buenos exámenes, pero no tratar con los pacientes. Por otro lado, hay que evaluar el servicio y desarrollar mecanismos para que los usuarios del sistema sanitario puedan valorarlo. Ellos tienen mejor que nadie un diagnóstico de lo que funciona y de lo que no".

Este cambio de tendencia ya ha sido advertido por numerosos expertos, pero este estudio lo confirma con datos. El asesor del Banco Iberoamericano de Desarrollo (BID) Diego Ríos Zertuche planteaba esta cuestión: "En el ámbito de la salud resulta fácil saber si una comunidad dispone o no de un centro cercano y accesible, si está abierto o cerrado, si cuenta con suficientes medicamentos o si está atendido por personal cualificado. Pero ¿de qué sirve que un ambulatorio esté equipado con las últimas tecnologías si no brinda servicios de salud de calidad?".

Los países con más recursos tienen un papel en la mejora de la calidad, como indica Kurk: "Tenemos que acompañar a los países en desarrollo en su proceso de implantación de un sistema de calidad, no llegar con grandes ideas y soluciones rápidas".


FUENTES:

Cuenten uno, dos, tres, cuatro y cinco: un niño menor de 15 años acaba de morir


Un niño menor de 15 años muere cada cinco segundos en el mundo, según un informe de la ONU


Los niños que viven en los países con mayores tasas de mortalidad tienen hasta 60 veces más probabilidades de morir en los primeros cinco años de vida que los de los países donde la mortalidad es menor, según un informe.

Se calcula que 6,3 millones de niños menores de 15 años murieron en 2017 por causas en su mayoría prevenibles, según las nuevas estimaciones de mortalidad publicadas por UNICEF, la Organización Mundial de la Salud (OMS), la División de Población de las Naciones Unidas y el Grupo del Banco Mundial. Esta cifra representa la muerte de un niño cada 5 segundos.

La gran mayoría de estas muertes –5,4 millones– ocurren en los primeros cinco años de vida, y alrededor de la mitad son de recién nacidos.

“Si no se toman medidas urgentes, 56 millones de niños y niñas menores de cinco años morirán de aquí a 2030, la mitad de ellos recién nacidos”, dijo Laurence Chandy, Directora de Datos, Investigaciones y Políticas de UNICEF. “A pesar de los progresos notables que henos logrado desde 1990, millones de niños siguen muriendo simplemente debido a su identidad o al lugar donde han nacido. Con soluciones sencillas como medicamentos, agua potable, electricidad y vacunas podemos cambiar esa realidad para todos los niños”.

A escala mundial, la mitad de todas las muertes de menores de cinco años que se produjeron en 2017 ocurrieron en África subsahariana, y otro 30% en Asia meridional. En África subsahariana, 1 de cada 13 niños muere antes de cumplir cinco años. En los países de altos ingresos, esa cifra era de 1 de cada 185.

“Millones de bebés y de niños no deberían seguir muriendo cada año por falta de acceso al agua, el saneamiento, la nutrición adecuada o los servicios básicos de salud”, dijo la Dra. Princess Nono Simelela, Subdirectora General de Salud de la Familia, la Mujer y el Niño de la OMS. “Debemos dar prioridad a la tarea de proporcionar a todos los niños acceso universal a servicios de salud de calidad, especialmente en el momento del nacimiento y durante los primeros años de vida, a fin de darles la mejor oportunidad posible de sobrevivir y prosperar”.

La mayoría de los niños menores de 5 años mueren por causas que se pueden evitar o tratar, como complicaciones durante el parto, neumonía, diarrea, sepsis neonatal y paludismo. En comparación, las lesiones son una causa más importante de mortalidad entre los niños de 5 a 14 años, especialmente por casos de ahogamiento y vinculados al tráfico vial. Dentro de este grupo de edad también existen diferencias regionales, ya que el riesgo que corre un niño de morir en África subsahariana es 15 veces mayor que en Europa.

“El hecho de que más de seis millones de niños y niñas mueran antes de cumplir sus 15 años es un costo que simplemente no podemos permitirnos”, dijo Timothy Evans, Director superior de Práctica Global de Servicios de Salud, Nutrición y Población del Banco Mundial. “Es fundamental poner fin a las muertes evitables e invertir en la salud de los jóvenes para reforzar el capital humano de los países e impulsar de este modo su crecimiento y prosperidad en el futuro”.

Para los niños de todo el mundo, el período más arriesgado de la vida es el primer mes. En 2017, 2,5 millones de recién nacidos murieron durante su primer mes de vida. Un bebé nacido en África subsahariana o en Asia meridional tiene nueve veces más probabilidades de morir durante su primer mes que un bebé nacido en un país de altos ingresos. Y los progresos desde 1990 para salvar las vidas de los recién nacidos han sido más lentos que en el caso de los niños menores de cinco años.

Incluso dentro de los países hay disparidades. Las tasas de mortalidad de menores de cinco años entre los niños de las zonas rurales son, como promedio, un 50% más altas que entre los niños de las zonas urbanas. Además, los nacidos de madres sin instrucción tienen más del doble de probabilidades de morir antes de cumplir los cinco años que los nacidos de madres que han realizado estudios secundarios o superiores.

A pesar de estos desafíos, cada año hay menos muertes de niños en todo el mundo. El número de niños que mueren antes de cumplir cinco años ha disminuido drásticamente, de 12,6 millones en 1990 a 5,4 millones en 2017, y lo mismo ha ocurrido con los niños de entre 5 y 14 años, cuya mortalidad se redujo de 1,7 millones a menos de un millón en el mismo período.

“Este nuevo informe pone de relieve los notables progresos logrados desde 1990 en la reducción de la mortalidad entre los niños y los adolescentes”, dijo el Secretario General Adjunto de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, Liu Zhenmin. “Reducir la desigualdad mediante la prestación de asistencia a los recién nacidos, los niños y las madres más vulnerables es esencial para alcanzar la meta de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de poner fin a las muertes infantiles prevenibles y garantizar que nadie se quede atrás”.