martes, 25 de agosto de 2020

En Africa ya no hay polio


Por José Naranjo

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado oficialmente este martes a África “libre de poliovirus salvaje”, un hito histórico en la lucha contra la poliomielitis que se produce  cuatro años después de los últimos casos en el noreste de Nigeria. La batalla contra la erradicación de esta enfermedad en el mundo comenzó hace nada menos que 30 años atrás y está en el camino de conseguirse pues solo quedan dos países con casos: Afganistán y Pakistán. De lograrse sería la segunda enfermedad humana erradicada en el mundo, tras la viruela en 1979.

Una impresionante combinación de esfuerzos públicos y privados y campañas masivas de vacunación, muchas veces en zonas de alto riesgo por la presencia de grupos terroristas, ha logrado la erradicación de África de una de sus lacras, que ha afectado a millones de niños en las últimas décadas. En 1988 había 350.000 casos en el mundo mientras que en 2013 se produjeron 416 contagios. El último país africano en sufrir casos de polio salvaje, es decir, que se produce a través de transmisión comunitaria frente a la que procede de la propia vacunación, ha sido Nigeria, que contaba con seis casos en 2014. Desde 2016 esa cifra ha sido cero.

"Gracias a los esfuerzos desplegados por los Gobiernos, el personal sanitario y las comunidades, se salvaron más de 1,8 millones de niños", ha asegurado la OMS en un comunicado. Esta enfermedad afecta sobre todo a los menores de cinco años porque el virus se aprovecha de la debilidad de su sistema inmunitario. El contagio se produce de persona a persona, sobre todo a través de las heces, y guarda una estrecha relación con las malas condiciones higiénicas y de saneamiento del entorno en el que viven. El virus ataca a la médula espinal y provoca parálisis parcial irreversible, sobre todo en las extremidades inferiores.

“Es una victoria formidable, un alivio”, ha asegurado a France Press el doctor Tunjui Funshuo, miembro del comité de lucha contra la polio en Nigeria de la asociación Rotary International. “Hace más de 30 años que lanzamos este desafío, ¡decir que estoy feliz es un eufemismo!”. La iniciativa para la erradicación de la polio ha costado unos 19.000 millones de dólares (unos 16.000 millones de euros) en tres décadas y continuará hasta que se acabe con ella en todo el mundo. Pakistán declaró 58 casos este año y Afganistán 29, los dos últimos focos de resistencia.

Las campañas de vacunación han tenido que hacer frente a la existencia de numerosos rumores y desconfianza por parte de la población. Líderes religiosos y sociales de las comunidades de estos países y del norte de Nigeria llegaron a asegurar que la inmunización era parte de un plan global de esterilización de los musulmanes, lo que provocó que numerosas familias llegaran incluso a esconder a sus hijos para evitar que fueran vacunados.

Los voluntarios y agentes sociales que recorrían los pueblos tuvieron que hacer frente incluso a la violencia de los grupos extremistas. De hecho, el inicio de la sublevación de Boko Haram en 2009 supuso un serio revés en el combate contra la polio porque muchos niños quedaron totalmente inaccesibles a la vacunación. Una veintena de enfermeros y agentes de salud fallecieron víctimas de la violencia radical en los últimos años. Fue precisamente en Borno, epicentro de la violencia yihadista, donde se registraron los últimos casos de polio salvaje en 2016.

El director general de la OMS, el etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha mostrado su satisfacción durante el acto de declaración oficial celebrado este martes en Brazzaville (República del Congo) en el que ha participado mediante videoconferencia. “Hoy es un día de celebración y esperanza. Podemos felicitarnos de este éxito que es el fruto de la determinación y que solo ha sido posible por el poder de la colaboración y la solidaridad”. El máximo responsable del organismo sanitario mundial ha puesto el acento en un esfuerzo que ha llevado nada menos que nueve mil millones de vacunas a África desde 1996 y ha remarcado la utilidad de la experiencia en la lucha contra la polio frente a otras epidemias. “Este despliegue ha servido para combatir el ébola y está siendo clave para enfrentarse a la covid-19”.

La polio salvaje es aquella que procede del entorno y se diferencia de la polio de origen vacunal, que procede del virus atenuado que se inocula a la población y que en casos muy extremos de escaso saneamiento y subinmunización puede producir la enfermedad. Por eso, Ghebreyesus ha recordado que aún queda trabajo. “Celebramos el final de la polio salvaje, pero tenemos a 16 países con brotes de polio procedente de la vacuna. Esto es una amenaza, tenemos que terminar el trabajo, movilizar fondos, fortalecer sistemas de salud, entrenar agentes de salud y trabajar con las comunidades. Esta lucha cuesta dinero pero se trata de una inversión en un futuro más productivo. Como dijo Nelson Mandela, con determinación todo es posible”, ha manifestado. El director general de la OMS ha agradecido a todos los financiadores y colaboradores de la Iniciativa para la Erradicación de la Polio, como el Club Rotario, los Centros para el Control de Enfermedades (CDC), la Fundación Bill y Melinda Gates, la Alianza Mundial por la Vacunación (GAVI) y el Fondo de la ONU para la Infancia (Unicef).

“Desde ahora, las futuras generaciones de niños africanos podrán vivir libres de polio salvaje”, se ha felicitado por su parte la directora regional para África de la OMS, la doctora Matshidiso Moeti, también mediante videoconferencia. “Para mí este es un increíble y emotivo día”, ha añadido, “uno de los grandes honores de mi vida. Este es un ejemplo de lo que podemos conseguir con la solidaridad internacional, una prueba de que las vacunas funcionan. Es un orgullo para África”. Asimismo, la doctora camerunesa Rose Leke, responsable de la comisión de certificación de la erradicación de la polio en África ha destacado el imprescindible trabajo de voluntarios y agentes comunitarios.

Esta enfermedad era un azote en todo el mundo hasta que se descubrió una vacuna allá por los años cincuenta del siglo pasado. A partir de ahí la inmunización fue ganando terreno rápidamente en el norte mientras que Asia y África mantuvieron durante décadas focos infecciosos. La erradicación de la polio en Nigeria es un significativo paso adelante aunque unos 30.000 niños siguen estando en peligro por vivir en zonas de difícil acceso debido a la violencia terrorista. Esta cifra se considera demasiado baja como para provocar una transmisión epidémica, según los expertos pero la vigilancia seguirá activa.


 

jueves, 30 de julio de 2020

Maryane y Bernardo se reúnen 74 días después


Maryane da Rocha Santos, de 31 años, no recuerda el nacimiento de su segundo hijo. Tenía un tubo en la garganta y estaba en coma inducido cuando tuvo a José Bernardo en una unidad de cuidados intensivos (UCI) para pacientes con coronavirus en la ciudad de Fortaleza, capital del Estado de Ceará, nordeste de Brasil. Fue una decisión médica drástica para intentar salvarle la vida después de que la CoVID-19 comprometiera el 50% de sus pulmones y le causara un paro cardíaco. Su último recuerdo de embarazada, a principios de mayo de este año, es que la ingresaron porque sentía que le faltaba el aire. Días después, se siente abriendo los ojos y buscando con su brazo derecho a su hijo. “Puse la mano sobre el vientre y le pregunté a la enfermera: ‘¿dónde está mi bebé?’. Ella solo me dijo que no me preocupara, que todo el mundo estaba siendo atendido”, cuenta.

Bernardo nació cinco días antes de que su madre despertara, confundida, en la cama de la UCI. Lo sacaron del útero el viernes 8 de mayo del 2020, con 28 semanas de gestación y menos de un kilo y medio de peso. No sintió el tacto de Maryane, que tardó días en montar el rompecabezas de la historia del parto, con los trocitos que le contaba el equipo médico y los que le narraba su esposo por video llamada. “Nació muy delgadito, aún no se había desarrollado completamente. Los médicos me dijeron que los pulmones y otros órganos aún no habían madurado. Lo que sé sobre el parto es lo que me contó mi marido. Me perdí su nacimiento, pero no pensaba mucho en ello. No paraba de preguntarme si se pondría bien”, cuenta Maryane.

Bernardo pasó dos meses y medio en la UCI neonatal. Afortunadamente, no se contagió de coronavirus durante el nacimiento. Pero a madre e hijo les prohibieron las visitas debido a las restricciones impuestas por la pandemia. En diferentes salas de la misma unidad, ambos intentaban recuperar la salud. Maryane fue dada de alta de la UCI el 13 de mayo, pero tuvo que permanecer hospitalizada durante diez días más debido a las secuelas causadas por la enfermedad y la larga hospitalización. “Salí de la UCI sin poder caminar. Tuve que volver a aprender a caminar, a comer alimentos sólidos. Solo me dejarían salir cuando me curara y no podía ver a mi hijo”, recuerda. Todos los días, las noticias de Bernardo llegaban en forma de fotografías, vídeos e informes del equipo médico. “En el hospital me decían cómo estaba, si le habían hecho nuevas pruebas, todo. Pero no es lo mismo que estar presente”.

La angustia se intensificó cuando dieron de alta a Maryane y tuvo que alejarse todavía más de su hijo. Salió del hospital de Fortaleza y fue a la vecina ciudad de Caucaia, donde vive. Bernardo se quedó. “Tardé 74 días en conocer a mi hijo por la pandemia. Todos los días intentaba convencerme de que todavía lo tenía en el vientre”, dice. Y narra el juego mental que desarrolló para lidiar con esta ausencia. Se centraba en cuidar al mayor, de diez años, y se dedicaba a lavar y planchar varias veces la ropa que habían comprado para el recién nacido. “Había días en que rompía a llorar porque quería tener a mi hijo conmigo, en mis brazos. Todos los días me inventaba algo para intentar superarlo sin llorar. Temía que mi tristeza hiciera que tardara más en recuperarse”, dice.

A la distancia, Maryane intentaba ponerse en contacto con su hijo, aunque fuese en forma virtual. Le enviaba audios al equipo médico para que Bernardo pudiera reconocer su voz, aunque fuera a través de un móvil. “Le decía: ‘Mi bebé, Bernardo, ven a casa. Tómate la leche, que te echamos de menos. Toda tu familia quiere conocerte’”, recuerda. Y recibía vídeos con la reacción del niño, que en esos momentos todavía se cansaba mucho y le faltaba el aire cuando intentaba tomar el biberón en la UCI. “Cuando estaba más llorona y él oía mi voz, también lloraba. Creo que, de alguna manera, me sentía”.

El “guerrero” en casa

La semana pasada Maryane recibió una llamada del hospital el martes y se enteró de que su hijo finalmente podría irse a casa. Eufórica, llamó a su madre, avisó a su marido. Cambió las colchas de la cuna una vez más y, antes de salir hacia el hospital, tomó la pequeña bolsa que había preparado para ese momento. Esta vez, pudo ir al ala donde estaba Bernardo. Cuando lo vio a través de una puerta entreabierta, gritó: “¡Es mi bebé! ¿Puedo sostenerlo?”. Las enfermeras le pidieron que esperara a que le colocasen una ropita amarilla que había traído. Solo entonces Maryane pudo sostener a su hijo por primera vez. “Dios mío, era tan pequeño que pensé: ¿podré sostenerlo sin que se rompa? Ahora que ya hace una semana que está en casa, veo que no es tan frágil como me imaginaba. Es un guerrero”, dice la madre.

La experiencia de Maryane con la maternidad aún está lejos de ser normal. A diferencia de su primer hijo, apenas puede recibir la visita de sus familiares para evitar contagios. Ocasionalmente, cuando su marido o ella necesitan salir para hacer algún recado esencial, los vecinos le preguntan si ya ha podido traerse el niño a casa. “Es tan tranquilo, es una bendición. Se pasa el día durmiendo, se despierta y vuelve a dormirse. Los vecinos preguntan si ya está aquí porque ni siquiera lo oyen llorar”, se ríe la madre.

“Solo descubrí que estaba embarazada a los tres meses. Casi no he podido disfrutar de la sensación de estar embarazada, y él ha nacido en medio de todo. Para mí, es como que hubiera nacido el día en que llegó a casa, el día de nuestro primer encuentro”, dice.



 

jueves, 16 de julio de 2020

La vacunación en los tiempos del coronavirus: ¿perdemos terreno?


La inmunización es una de las intervenciones de salud pública más rentables hasta la fecha y salva aproximadamente 2 a 3 millones de vidas cada año. Como resultado directo de los programas de inmunizaciones, el mundo está más cerca que nunca de erradicar la poliomielitis, y las muertes por sarampión (un importante asesino de niños) han disminuido en un 73% en todo el planeta entre 2000 y 2018, salvando aproximadamente unas 23,2 millones de vidas de niños. Sin embargo, la aparición de la CoVID-19 amenaza con revertir este progreso al limitar severamente el acceso a las vacunas que salvan vidas.


Los datos recopilados por la OMS, UNICEF, Gavi y el Sabin Vaccine Institute mostraron que las medidas de confinamiento de los países habían obstaculizado sustancialmente la prestación de servicios de inmunización en al menos 68 países, poniendo a aproximadamente 80 millones de niños menores de 1 año en mayor riesgo de contraer enfermedades prevenibles con vacunas. Comprender la gravedad y las posibles consecuencias negativas de las interrupciones del servicio de inmunizaciones, incluido el posible resurgimiento de brotes de sarampión, requiere hacer un balance de las tendencias en la cobertura de inmunización antes de la pandemia de la CoVID-19. Esto incluye observar las tendencias mundiales, los patrones regionales y las variaciones entre países. Dicha información referencial proporciona el telón de fondo necesario para abordar el riesgo de que la CoVID-19 retrase el éxito de los programas de inmunizaciones en todo el mundo.


En general, las tendencias mundiales de 1980 a 1990 muestran una rápida escalada en la cobertura de inmunizaciones, seguida de un ritmo más lento de progreso hasta 2010 y, luego, una meseta gradual en su progreso hasta 2019, el último año de datos comparables disponibles de los países (Figura 1). La introducción de nuevas vacunas, como la segunda dosis de sarampión (MCV2), el neumococo (PCV) y el rotavirus (ROTAC) muestran un patrón similar de absorción rápida en la introducción inicial, pero ninguna ha alcanzado los niveles de cobertura global promedio actuales de vacunas más establecidas, incluso después de 10 años de su implementación. El largo estancamiento general en los niveles de cobertura de vacunación, sin una vacuna que supere el 90 por ciento a nivel mundial, plantea preguntas sobre qué estrategias son necesarias para inclinar la balanza y acercar al mundo al logro del objetivo del Objetivo de Desarrollo Sostenible 3.b.1 de cobertura universal de vacunación.


Desempaquetar las estimaciones globales para mostrar las tendencias regionales en la cobertura de las terceras dosis de difteria, tétanos y tos ferina (DTP3) (Figura 2) revela una desigualdad considerable en el progreso. Las regiones de África occidental y central se están quedando mucho más atrás que otras y esta disparidad debe abordarse. Las tendencias actuales también dejan en claro que el progreso no es una trayectoria lineal y que las ganancias obtenidas pueden perderse. América Latina y el Caribe mostraron una alarmante caída del 12% en la cobertura entre 2010 y 2019 en comparación con el sur de Asia que mostró exactamente lo contrario, con un aumento de la cobertura del 12%.