domingo, 3 de mayo de 2020
sábado, 2 de mayo de 2020
Cuatro gerentes de hospitales de Quito fueron removidos. El ex-gerente del Eugenio Espejo denuncia; el MSP, calla (todavía)
El salubrista
Pablo Izquierdo Pinos estuvo al frente del Hospital Eugenio Espejo, de Quito,
durante 40 días. Él fue uno de los cuatro gerentes hospitalarios que fueron
removidos por las autoridades de Salud, durante esta emergencia provocada por
el covid-19. Otro fue el del Pediátrico Baca Ortiz, en donde dos trabajadores
se contagiaron fuera de su consulta.
En una carta,
con fecha de este viernes 1 de mayo del 2020, el galeno se despide del personal
de salud y habla sobre la supuesta "corrupción" y "negocios
millonarios" que se habrían dado en esta casa de salud.
Además, asegura
que el personal ha estado expuesto durante esta emergencia sanitaria, ya que no
se ha dado "importancia a la compra de mascarillas N95 o a equipos de
protección personal".
Mercedes Almagro
es la nueva gerenta del Eugenio Espejo. Ella asumió el cargo desde este viernes
1 de mayo. También cambiaron las autoridades de los hospitales: Pediátrico Baca
Ortiz, Docente Calderón y Enrique Garcés.
Hasta las 22:41
de este viernes 1 de mayo del 2020, ninguna autoridad de salud se pronunció
sobre el contenido de la carta emitida por el exdirectivo.
EL COMERCIO
accedió a la carta del exdirectivo, en la que expresa lo siguiente. No aceptó
una entrevista esta noche. Pero confirmó el contenido:
"Estimados
compañeros, ante mi férrea negativa por segunda vez a recibir al mismo círculo
de personas que lucran con la Salud he sido notificado directamente por el
Ministro de Salud, quien un día antes me dio su apoyo a mi gestión. Debe ser
tal el poder de estas personas en las más altas esferas del Gobierno, que
tenemos procesos en donde hay negocios millonarios, pero exponen a todo el
personal al dar poca importancia a la compra de mascarillas N95 o Equipos de
Protección Personal.
Realmente quiero
exponer mi vergüenza y mi impotencia, al conocer que no disponíamos de lo más
elemental para enfrentar esta pandemia y que fuerzas poderosas son las que
gobiernan el hospital. Fichas de ajedrez que se mueven en un tablero corrupto
de intereses que solo se dedican a negocios de más de un millón de dólares.
Salgo como
entré, con dignidad y honor al no ser parte de este juego macabro en contra de
la vida de los ecuatorianos. Que se roben todo, no se robarán ni mi honor, ni
mi dignidad. Al haber estado dentro de ese riñón mafioso -y no ser parte de
éste-, pude ver claramente como se manejan con protervos intereses los
presupuestos de la salud.
La vida y la
salud de todos los servidores públicos no les interesa en lo absoluto, peor de
la gente pobre que acude a los hospitales. Y esto pasa en todos los hospitales
del país.
Lamentablemente
esto seguirá pasando porque las personas de bien no somos convenientes a esos
intereses y contrariamente hay personas que se prestan por intereses económicos
a esas prácticas.
Desde ya les
anticipo que iré a todos los medios de comunicación y desde mi espacio en la
prensa seguiré gritando a quienes por acción y omisión se roban la plata de las
medicinas, los equipamientos y los insumos del que fue un ejemplo de Hospital.
Todos ustedes me
conocen estimados amigos, siempre digo la verdad, conocen mi transparencia de
mis actos, por ello no desmayaré desde ahora en luchar contra estas mafias de
la salud. Un abrazo sincero y solidario por su lucha diaria y darme la
oportunidad y el honor de conocerlos.
Atentamente,
Pablo Izquierdo Pinos".
miércoles, 29 de abril de 2020
Acerca del miedo de ser trabajador de la salud
Soldados
apostados afuera de un hospital en Ciudad Juárez. Foto de José Luis González (Reuters)
Por Kirk Semple
En ciudad de
México, la jefa de enfermeras acudió a la televisión nacional para hacer una
declaración en nombre de sus compañeros de los servicios de atención médica: “Por
favor, no nos agredan”. Las enfermeras que trabajan bajo sus órdenes han sido
atacadas brutalmente en al menos 21 ocasiones, acusadas de propagar el
coronavirus. Muchas ya no usaban sus uniformes mientras viajaban hacia o desde
el trabajo por temor a ser lastimadas, dijo la funcionaria, Fabiana Zepeda
Arias, jefa de la División de Programas de Enfermería del Instituto Mexicano
del Seguro Social (IMSS).
“Nosotros
podemos salvar sus vidas”, dijo, dirigiéndose a los atacantes. “Ayúdenos, por
favor, a cuidarlos. Y para eso necesitamos que ustedes nos cuiden”.
En muchas
ciudades, los médicos, los enfermeros y otros trabajadores de la salud han sido
reconocidos con coros de aplausos y vítores desde ventanas y tejados por
brindar la defensa de primera línea contra la pandemia. Pero en algunos
lugares, los trabajadores de la salud son estigmatizados como si fuesen focos
de contagio debido a su trabajo. Han sido agredidos, maltratados y marginados.
En Filipinas,
unos atacantes rociaron con cloro a un enfermero y lo dejaron ciego. En India,
un grupo de trabajadores médicos fue perseguido por una turba que lanzaba
piedras. En Pakistán, una enfermera y sus hijos fueron desalojados del edificio
donde residían.
Se han reportado
decenas de ataques contra trabajadores de la salud en México, donde los brotes
intensos entre el personal hospitalario que atiende a los enfermos de la
COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus, han inquietado a los
residentes y a los miembros de la comunidad médica. Decenas de médicos y
enfermeras se han enfermado en varios hospitales de todo el país y los
trabajadores de la salud han protestado de manera generalizada por la falta de
equipos de protección adecuados.
Enfermeras en el
estado de Jalisco denunciaron que se les impide utilizar el transporte público
debido a su ocupación. Una enfermera en Culiacán, la capital del estado de
Sinaloa, al noroeste de México, dijo que le lanzaron cloro mientras caminaba
por la calle.
En Mérida, la
capital del estado de Yucatán, un enfermero dijo que alguien que manejaba una
motocicleta le arrojó un huevo.
Zepeda Arias,
quien habló la semana pasada durante una conferencia de prensa, dijo que 21 de
sus enfermeros del IMSS habían sido atacados en el último mes. “Duele hablar de
esto, duele hablar de lo que le pasa a tu gente”, dijo conteniendo las
lágrimas. “La agresión no es algo que nadie quiera. Los invitamos de verdad a
respetarnos”.
Los ataques
contra los trabajadores de sistema de salud parecen estar enraizados en el
miedo y la ignorancia, son alimentados con información errónea, dijo Edith
Mujica Chávez, presidenta de la Comisión Interinstitucional de las Enfermeras
de Jalisco. “Es comprensible, considerando cuánta incertidumbre y
desinformación hay”, dijo en una entrevista. “Hay algunas personas que entran
en pánico y se encierran en sus casas, otras piensan que no les va a pasar nada
y andan despreocupadas, y otras piensan que son los enfermeros y los médicos
quienes transmitirán el virus porque estamos en contacto con los pacientes”.
México actuó de
manera más lenta que otros países de la región para exigir el distanciamiento
social y alentar a las personas a quedarse en casa, y el número de casos de
coronavirus ha aumentado considerablemente en las últimas semanas. El domingo
por la noche, funcionarios del gobierno reportaron 14.677 casos confirmados en
el país y 1.351 muertes. Las autoridades han dicho que los casos confirmados
incluyen a más de 500 trabajadores de la salud.
Los funcionarios
mexicanos han condenado la agresión contra médicos y enfermeros y han
calificado los episodios como aislados. En una conferencia de prensa celebrada
el viernes por la noche, Hugo López-Gatell, subsecretario de Prevención y
Promoción de la Salud, calificó los ataques y la discriminación contra los
equipos médicos que trabajan para mantener seguro a México como algo
“extremadamente preocupante, absolutamente inaceptable”. “Todo esto es hasta
cierto punto inexplicable”. Que “sean agredidas y agredidos por el hecho de ser
trabajadoras y trabajadores de la salud”, quienes “están en el primer frente de
respuesta”, son precisamente “las personas que tienen la mejor posibilidad y la
mejor intención de ayudar”, dijo.
Diversos actos
de hostilidad han sucedido en todo el mundo.
En Filipinas, un
enfermero en la provincia sureña de Sultan Kudarat fue atacado por cinco
hombres que pensaban que estaba infectado con el virus debido a su trabajo. Le
echaron cloro en la cara provocando lo que, según sus médicos, podría ser un
daño permanente en la vista. En un discurso televisado este mes, el presidente
del país, Rodrigo Duterte, advirtió que las personas que discriminaban a los
trabajadores de la salud serían procesadas rápidamente. “Quiero ordenarle a la
policía que arreste a cualquiera que los acose”, dijo. “Una vez en prisión, no
los alimenten. Déjenlos morir de hambre”.
En India,
trabajadoras de la salud informaron haber sido atacadas físicamente, escupidas
y amenazadas con violencia sexual por tratar a pacientes con el coronavirus. A
principios de este mes, un grupo de médicos que usaban sus equipos de
protección fue perseguido por una turba, la cual arrojaba piedras contra ellos
en la ciudad de Indore, después de que intentaron examinar a una mujer para ver
si tenía la CoVID-19. “Ellos gritaban: ‘¡Atrápenlos! ¡Golpéenlos!’”, recordó
una de los médicos, Zakia Sayed, en una entrevista con India Today, una cadena
de televisión. “No sabemos cómo y por qué la situación empeoró tanto”.
En varios países
han proliferado los reportes de trabajadores de la salud a los que sus vecinos
temerosos les han impedido llegar a sus hogares o que fueron desalojados por
los caseros.
Ghazala Bhatti,
una enfermera en Karachi, Pakistán, y madre de tres hijos, dijo que su
arrendador le pidió que abandonara su apartamento por temor a infectar a otros
en el edificio después de tratar a pacientes con la COVID-19. “El arrendador me
dijo que estaba preocupado por la salud de su padre de 72 años que lucha contra
el cáncer y que vive en el primer piso del edificio”, dijo Bhatti, quien se
mudó con su hermano porque no pudo encontrar un lugar para alquilar debido al
cierre de la ciudad.
“Estoy
desconsolada”, dijo. “Nunca había sentido miedo de ser enfermera hasta que
sucedió esto”.
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