jueves, 24 de abril de 2014

La voz del Colegio Médico de Pichincha


EL GREMIO MÉDICO Y SU HISTORIA FRENTE AL COIP

Gabriel Ordóñez Nieto, Past Presidente del CMP 1985- 1987

Antes de 1938 los profesionales de la medicina carecían de organización y su trabajo en las distintas provincias respondía solo a los intereses gubernamentales. Los cargos se otorgaban sin tomar en cuenta los méritos académicos, científicos y laborales de los candidatos, contaban eso si las relaciones de amistad, los parentescos y los consabidos palanqueos a todo nivel. Las políticas de salud no contaban con la opinión de la gran mayoría de médicos que veían con preocupación el uso y abuso de los recursos del estado sin una orientación favorable para la salud de la mayoría de los ecuatorianos. Las tasas de morbilidad y mortalidad infantil, por ejemplo, eran inaceptablemente altas, la mayoría por causas prevenibles, muy pocas voces se levantaron para protestar por este y otros problemas graves y muy graves. En materia salarial había mucho desorden y se cometían muchas injusticias: no había un Ministerio de Salud Pública para la creación de leyes, reglamentos y más disposiciones necesarias para proponer y conducir programas de manera eficaz y responsable. Algunas instituciones estaban encargadas de la planificación y control sanitario (Servicio Sanitario Nacional de la Dirección General de Sanidad con sede en Guayaquil, el Consejo Consultivo de Salud Pública), la atención médica propiamente dicha estaba a cargo de la Asistencia Pública y de ciertas instituciones con autonomía económica, administrativa y técnica como el Instituto Nacional de Higiene, la Liga Ecuatoriana Antituberculosa (LEA), la Junta de Beneficencia. El caos y la pérdida de recursos estaban afianzados.
El Ministerio de Salud Pública se creó mediante resolución de Asamblea Constituyente el 16 de junio de 1967 y su reglamento se expidió el 30 del mismo mes y año. Las organizaciones gremiales, sin embargo, son más antiguas. En 1938 se creó la Asociación Médica "Eugenio Espejo" que se llamó luego Asociación Médica de Quito y agrupó a más de 50 profesionales con la intención de formar luego la Asociación Nacional de Medicina. Los Doctores Aurelio Mosquera Narváez, ex Presidente de la República y Ricardo Villavicencio Ponce vivieron la ilusión de una agremiación en todo el país, vale decir, una suerte de embrión de lo que sería el Sindicato Médico y años más tarde la Federación Médica Ecuatoriana. Les animó el loable deseo de velar por el bienestar profesional y la defensa de los derechos. El 15 de febrero de 1942 como resultado de una resolución tomada en el III Congreso Médico Ecuatoriano se fundó la Federación Médica Nacional con 280 miembros de todo el país. Se concretaba una aspiración gremial importante: estar unidos para emprender la gran cruzada en defensa de los derechos profesionales, oponerse al ejercicio ilegal de la profesión y al empirismo.

Poco a poco la naciente institución se robusteció con obra científica, vinculaciones con organizaciones sociales y adherencia de numerosos médicos de todo el país. La sede fue el Rectorado de la Universidad Central y el primer Presidente el Dr. Julio Enrique Paredes de recordada y brillante actividad. Un año y medio después, en agosto 31 de 1943 se instaló la Primera Asamblea Médica Nacional. La segunda se reunió en Guayaquil el 9 de octubre de 1945 y en ella se tomó la resolución inteligente y definitiva de otorgar a cada núcleo provincial la categoría de Centro Médico Federal, antecesor directo del Colegio Médico Provincial. La organización tomó cuerpo y fuerza para continuar el trabajo que los consolidaría como entes legales, debidamente reconocidos por las leyes del Ecuador.

Uno de los pasos previos fue procurar y alcanzar relaciones con instituciones similares del exterior. Se pensó y sin duda era verdad que dicha presencia fortalecería a la naciente Federación Médica Nacional. Pasó a formar parte de la Confederación Médica Panamericana y de la Asociación Médica Mundial. En 1952 la Organización Sanitaria Panamericana reconoció de manera oficial a la Confederación Médica Panamericana como organismo representativo, no gubernamental de las Asociaciones Médicas del continente.

El Dr. Carlos Bustamante Pérez fue elegido Primer Presidente de la Federación Nacional en 1953 y en su discurso de posesión, ante el Presidente José María Velasco Ibarra, sostuvo que: "...la lucha por la defensa profesional no debe mirarse simplemente como un movimiento de insurgencia ni como una maniobra para conseguir mejores sueldos o remuneraciones tiene, sobre todo, un sentido de defensa de la calidad profesional, solamente cuando nuestra profesión esté garantizada en todos sus derechos y estimada como se debe, la sociedad podrá estar segura de tener profesionales probos, sabios..."

Con la expedición mediante Decreto Supremo del 27 de abril de 1965 de la Ley Constitutiva Federación Médica se consolidó legalmente la institución y tuvo presencia nacional a través de los Colegios Médicos Provinciales. En 1966 mediante Decreto Supremo 1062 se expidió la Ley Sustitutiva de la Federación Nacional de Médicos que sufrió reformas en 1973, 1975 y 1977. El periplo legislativo no terminó aquí pues en 1979 se promulgó la Ley Reformada y Codificada de la Federación Médica Ecuatoriana para el Ejercicio, Perfeccionamiento y Defensa Profesional que también fue reformada en 1989. La participación de los dirigentes de las distintas épocas fue muy activa, siempre se procuró tener un ordenamiento legal adecuado a los tiempos y beneficioso tanto para la población como para los profesionales de la medicina que nunca eludieron sus responsabilidades y dictaron su propio Código de Ética con la clara intención de tener un marco referencial para juzgar las actuaciones de sus afiliados y alertar que la medicina no es una ciencia exacta, que las ciencias médicas en general evolucionan de modo constante a una velocidad de vértigo, que el ejercicio médico se fundamenta por principio en la no maleficencia y establece un compromiso de orden ético más que jurídico. La relación médico paciente es única e irrepetible por el peculiar contenido humano y moral de los intervinientes.

Se sostuvo desde entonces que los profesionales de la salud no podían garantizar resultados porque la enfermedad deriva de numerosos factores del medio ambiente; de la estructura y reproducción social no controlables por el personal de salud y porque cada sujeto responde a su propio entorno socioeconómico y cultural, a su peculiar ritmo para enfrentar las enfermedades y buscar ayuda así como un patrón de respuestas propias, algunas impredecibles.

De la ley se reconocieron como artículos importantes el número UNO y el 39. El primero porque obligaba a los profesionales médicos nacionales y a los extranjeros, con títulos revalidados, a afiliarse al colegio de la provincia donde ejercía la profesión, previo el cumplimiento de la medicatura rural y la inscripción del título en el MSP y el número 39 que mandaba llenar los cargos vacantes de médicos únicamente por concurso de méritos y oposición según el reglamento dictado por la Federación Médica Ecuatoriana y aprobado por el Ministerio de Salud Pública. Ambos se declararon inconstitucionales en el gobierno del Presidente Correa y así se restó poder y presencia al organismo gremial porque los nuevos médicos no ven utilidad en la afiliación voluntaria.

La historia reciente muestra la verdad de las cosas. Mientras en 1985 se levantó el primer paro médico nacional, en pleno gobierno del Ing. Febres Cordero, supuestamente, el más represivo de la historia democrática del Ecuador, para reclamar por los malos servicios de salud, los programas ejecutados de manera irresponsable, la mala calidad de los medicamentos y los sueldos bajos. La voz gremial se escuchó y respetó. Ahora, se amplió la jornada de trabajo a 8 horas diarias sin ajustar los salarios en forma proporcional, se introdujeron artículos en el COIP sin escuchar a nadie con el ánimo de sancionar médicos y meterlos a las cárceles cuando se equivoquen. Lo último es contratar médicos en condiciones tan desventajosas y precarias que solo se aceptan por miedo y la necesidad de tener un sustento luego de largas jornadas de estudio sostenidas por sus familias. ¿Hasta cuándo tolerar tanta infamia?

Los concursos para llenar los cargos médicos son convocados, calificados y santificados de modo unilateral e inaceptable. Ellos son dueños de todas las instancias y eso perjudica, sin duda, a la transparencia que debe prevalecer en la manera de seleccionar talento humano sin favoritismo de ninguna especie.

Hoy más que nunca cobran vigencia las palabras del primer Presidente de la Federación Médica Nacional. Hoy más que nunca es preciso recordar la multitudinaria marcha médica del 15 de febrero realizada en Quito que puso a los prepotentes en la mesa de negociación y se alcanzó un acuerdo que no llega a feliz término todavía. La táctica es diferir todo cuanto se pueda, con cualquier pretexto, hasta dar el golpe final con alevosía y ventaja.

Es un imperativo de la hora actual fortalecer la organización médica tanto en el nivel provincial como en el nacional. Las marchas y las vigilias están bien pero no son suficientes, no basta con exponer y defender con valentía las ideas, tampoco alcanza exponer vidas al flagelo de la represión. La estrategia debe ser sesuda, digna de un colectivo de intelecto cultivado entre alegrías y pesadumbres de la vida y la muerte, del trabajo tenaz y gratificante. Hay que evitar los sacrificios innecesarios, detenciones, despidos y los enfrentamientos con la comunidad porque aquí, con la participación masiva de nuestras familias, pacientes y amigos, vamos a encontrar la fuerza para la batalla final.

Hay que afiliarse a los Colegios Médicos Provinciales y dotarle a la Federación de recursos económicos porque sin ellos la lucha es más desigual todavía.

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